1 de diciembre de 2021 un buen día, en mi opinión, para publicar esta historia ya que la Nochebuena está cerca.
En esta ocasión la palabra propuesta por nuestra profesora era precisamente esa Nochebuena y en ella me basé para escribirla.
En fín, disfrutar leyéndola.
Julita
Miraba embelesada las luces de aquella tienda; sus adornos, tan bien dispuestos por alguna mano sensible, le atraían. Todo en esas fechas le hacía sentirse triste aunque intentaba no demostrarlo nunca. Dentro de su corazón albergaba la esperanza de un milagro. Año tras año cuando las fiestas acababan y la magia no había llegado a su vida, intentaba no sentirse defraudada pensando que quizá el siguiente se hiciese realidad.
Cruzó la calle repleta de gente, personas que la ignoraban, como lo habían hecho siempre desde que tenía uso de razón y acercándose al escaparate, se deleitó viendo aquellos dulces que nunca podría comer. Alzando la vista vio que una niña más o menos de su edad, acompañada por una señora que bien podía ser su madre, reía y disfrutaba mientras iba colocando en una cesta una a una las golosinas que elegía.
¡Le hubiese gustado tanto ser aquella chiquilla! En realidad le gustaría ser cualquiera de las que se cruzaban en su camino, con sus ropas sin remiendos, sus zapatos limpios y enfundadas en sus abrigos nuevos. Se resignaba a ser lo que era, no le quedaba otro remedio.
Tan ensimismada estaba, que poco a poco su cara se pegó al cristal y su nariz aplastada lo llenó de vaho impidiéndole la vista. Se dio cuenta de ello y se apartó un poco, sacó del bolsillo de su raído abrigo su mano derecha, enfundada en un guante de lana que daba la impresión de que algún perro hubiese mordido, por los agujeros que tenía. Con ella limpió el vapor para que sus ojos siguiesen contemplando aquello que añoraba.
Ese acto hizo que la cría que estaba dentro de la tienda se fijase en ella y aproximándose la miró. No pudo evitar dar un respingo al pensar que quizá recibiera alguna regañina, pero la mirada dulce que se reflejaba en aquel rostro la dejó inmóvil. Nunca nadie la había mirado de esa manera y no se atrevió a alejarse.
Vio como la niña se acercaba a la que pensaba que era su madre e hizo que la mirase. Ella seguía pegada al suelo, sus pies eran incapaces de moverse y su mente tampoco se lo pedía. No estaba segura de lo que podía ocurrirle, pero por alguna razón, sabía que no sería nada malo.
La siguió con la vista al ver que cogía entre sus brazos un paquete. Entonces la vio salir del comercio y con paso decidido acercarse a ella mientras, como en un susurro, escuchaba su voz diciéndole:
—Toma, es para ti.
Seguía sin poder reaccionar y sintiendo en ella la dulzura de aquellos ojos supo que debía de decir algo, pero era incapaz. Alargó los brazos, cogió aquello que le ofrecía, lo escondió como pudo dentro de su abrigo y salió corriendo.
De repente paró su carrera, volvió la vista y se dio cuenta de que ahora era la chiquilla la que se había quedado sin poder reaccionar por la forma en que ella se había comportado. Retornó sobre sus pasos y se acercó. Quiso abrazarla para darle las gracias, pero estaba segura de que no debía hacerlo, nunca había abrazado a nadie más que a su madre y temía que la rechazase.
No fue necesario que hiciese nada, pues la niña se acercó a ella, la estrechó entre sus brazos y le estampó un beso en su sucia mejilla. Desde ese momento, supo que por fin el ansiado milagro había llegado a su vida y, ahora sí, feliz como nunca se había sentido, se encaminó a su casa para compartir aquellos dulces con su familia.
Todo eso lo recordaba Elena esa Nochebuena, veinte años después de aquella que cambió su vida para siempre, pues aquella muchacha y su familia, con su ayuda incondicional, consiguieron que se convirtiese en lo que era en ese momento. Por eso, cada vez que cuenta su historia y le preguntan, responde siempre lo mismo:
—Sí, los milagros existen en Navidad, si se cree en ellos.
Julita San Frutos©

4 comentarios:
Sí, sí que es cierto, los milagros existen, sobre todo si hacemos lo posible, como sociedad, para que se lleven a cabo.
Gracias a los mecenas, por ejemplo, tenemos la posibilidad de contemplar en museos tantas obras de arte que, o bien, nunca se hubieran realizado o bien, no habrían perdurado.
A cada uno y en la medida de sus posibilidades, se le ofrecen en la actualidad formas de ayudar, sobre todo a niños que, son siempre los más vulnerables, y poder hacer que su vida cambie.
Un ejemplo magnífico es la Fundación Vicente Ferrer, en la que un mecenas actual, puede hacerse cargo de la formación de un niño y del trabajo y así, manutención, de él y su familia.
También existe, hace ya unos cuantos años, una iniciativa que se llama "Un juguete una ilusión". Si no recuerdo mal surgió en un programa de radio y, es estupendo, porque comprando un bolígrafo solidario, le hacen llegar a cualquier parte del mundo, un juguete nuevo, a un niño que, de otra forma, nunca podría tenerlo.
Si cierras los ojos y eres capaz de imaginar la ilusión y la alegría que pueden llegar a sentir estos críos, seguro que merece la pena y, se podría decir, que se están llevando a cabo, pequeños milagros.
Gracias como siempre por este relato y "Feliz Navidad" para ti, Julita, y también para Marina.
Helen.
En primer lugar muchas gracias, como siempre, por tu comentario y en que estés de acuerdo con lo de que los milagros existen, yo también creo en ello.
Y en segundo felicitarte a tí también, bueno y a tu familia, las Navidades aunque es posible que nos comuniquemos de nuevo antes de que lleguen.
Un abrazo muy fuerte.
Julita
Muy bonito relato, Juli. LLeno de ilusión y de esperanza en la bondad del ser humano. De acuerdo con Helen en que, en medio del caos que pueden provocar el individualismo y el egoismo, hay personas que piensan en los demás y están dispuestos a ayudar para mejorar la suerte de los que no la tienen.
Felices Fiestas a todos y, por supuesto, a Helen. Que el espíritu navideño no nos abandone, ni ahora ni cuando ya se hayan apagado las luces.
Gracias Marina, sí tienes razón que hay gente que merece la pena aunque sean una minoría.
Y gracias también por tu felicitación, te deseamos lo mejor tanto en fiestas como, tal y como dices, cuando se apaguen las luces.
Un abrazo fuerte.
Julita
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