jueves, 1 de noviembre de 2018

LARA, EL SENTIDO DE UNA VIDA

Hoy día 1 de noviembre, en el que celebramos la festividad de todos los santos, y teniendo en cuenta que mañana conmemoramos el de los difuntos, he querido publicar un relato en el que intento hacer un guiño a la vida.
Julita
  Sara entró en la cocina, preparó la cafetera y esperó pacientemente a que el borboteo hiciese eco en sus oídos y el agradable olor del café crease comunión con ella.

  Cogiendo entre sus manos la humeante taza, se sentó a la mesa y recordó todos los pasos que tanto ella como Luis habían tenido que dar para poder llegar a ese estado de tranquilidad y aceptación en el que ahora se encontraban.
  Cuando supieron que una niña venía en camino, se sintieron las personas más felices del mundo y estaban seguros de que nada podría enturbiar su felicidad. Sería una niña perfecta, no le faltaría ni le sobraría nada. En ese sentido acribillaban a preguntas al ginecólogo en cada visita y cuando les aseguraba que todo iba por buen camino y que no existían problemas, llegaban a casa y celebraban su suerte.

   Pero como la felicidad es volátil, no tardó en desencadenarse la tragedia (pues para ellos lo fue en grado sumo).
  Cuando la pequeña nació y el médico les dio la noticia haciéndoles partícipes de sus sospechas, ellos no quisieron creerle, se negaron a reconocer lo que luego fue un hecho. No tardaron en acudir al pediatra, quién con todo el dolor de su corazón, tuvo que corroborar la predicción de su compañero de profesión. Ellos, que habían acudido a la visita con el alma encogida y los dedos cruzados, tratando de que fuese únicamente un mal presentimiento que se diluiría según fuese pasando el tiempo, tuvieron que enfrentarse a la realidad de que la niña era ciega.
  Ahora, Sara piensa en las lágrimas que derramó y en las que hizo que Luis derramase, por no querer aceptar lo que era un hecho. No se sentían capaces de plantar cara a la adversidad, como hubiesen tenido que hacer, para que lo que consideraban un castigo se convirtiese en la luz que podía iluminar el camino que recorrerían juntos los tres.
  ¡Se sentía incapaz de aceptarlo! ¿qué iba a hacer ella con Lara? era la pregunta que se formulaba continuamente, sin darse cuenta de que únicamente cambiando las palabras hubiese podido encontrar la respuesta: ¿qué podría hacer ella por Lara?
  Consultaron a especialistas tratando de que alguno les dijese lo que querían oír: «No se preocupen, es una ceguera pasajera››. Pero no fue así y la niña no veía, no vería nunca.
  Ahora le parece mentira que pudiese ofuscarse de aquella manera, no escuchaba consejos, hacía oídos sordos a los comentarios que la hacían sobre otros niños en las mismas circunstancias y que habían aprendido a defenderse solos ante la vida.
  Como era natural, Lara empezó a crecer y al hacerlo, como les ocurre a todos los niños, se le despertó la curiosidad, así que se acercaba a su madre con las manitas extendidas para tantearla y poder grabar en su memoria todos y cada uno de sus rasgos. Pero Sara era incapaz de evitar que las lágrimas le resbalasen por las mejillas cuando pensaba que su hija nunca iba a poder verla. La niña, lógicamente, no se daba cuenta del sufrimiento de su madre y hacía lo mismo con su padre con el que reía cuando con su incipiente barba la pinchaba.
  Las voces fue lo primero que aprendió a reconocer, así que giraba la cabeza dirigiéndola al lugar de donde salían, sin equivocarse nunca. Todos y cada uno de sus juguetes fueron examinados a conciencia y llevados a la boca para probar su sabor. Los que más le gustaban eran los que emitían algún sonido, le resultaba más fácil reconocerlos.
  Quizá para suplir en parte su minusvalía, Lara era la niña más cariñosa que nunca hubiesen podido imaginar. Sus abuelos estaban locos con ella y se dieron cuenta de que lo que más le gustaba era que la hablasen muy despacio y sobre todo con mucho cariño y que la acercasen objetos que ella pudiese examinar, mientras le repetían una y otra vez el nombre. Lo único que la sobresaltaba eran los ruidos fuertes, por lo que procuraban evitarlos.
   Cuando empezó a mantenerse en pie, reclamaba, como es natural, la mano de un adulto y con la que tenía libre, tocaba todos los muebles que se encontraban a su alcance.
  Después llegaron sus primeros pasos sin ayuda, tardaron un poco, pues necesitaba estar segura de poder darlos. Sara en su obcecación, quería retirar cualquier cosa que entorpeciese el paso a su hija, pero su madre con muy buen criterio le dijo que no, que únicamente apartase los que de verdad pudiesen estorbar, pero los muebles debían de permanecer en su sitio, pues no en vano había pasado mucho tiempo la niña tratando de ubicar cada uno de ellos.
  Poco a poco, la mente de Sara fue cambiando y acostumbrándose a la minusvalía de la niña, casi sin darse cuenta, se vio cogiéndole las manitas y acercándoselas a todos los objetos, mientras la explicaba cómo eran y que nombre tenían. Las lágrimas dejaron de aparecer a sus ojos, con lo que consiguió que Luis tampoco las derramase. Empezaron a compartir juegos de tal forma, que a veces olvidaban su carencia.
  Ahora sí que quería saber, le interesaba todo lo que podían decirle para hacer más llevadera su situación, ya no hacía oídos sordos a los consejos, sino todo lo contrario, estaba ávida de saber, de informarse. De esa forma y siguiendo uno de los consejos recibidos, un día se encaminaron los tres al edificio de la ONCE donde les apoyaron y disiparon todas sus dudas.
  Lara empezó el colegio y a él acuden todos los días madre e hija, a veces también puede acercarse el padre. En la puerta y antes de perderse dentro del edificio, la niña gira la cabeza y con un movimiento de su mano, se despide sonriente para dedicarse a sus quehaceres, hasta que llegue la hora en que volverán a buscarla.
  Sara sabe que su hija afrontará el futuro con energía y que ellos estarán ahí para ayudarla y apoyarla en todo lo que decida, ¡es su niña! ¡lo mejor que la vida le ha podido dar!.
   De repente mira el reloj y se da cuenta de que con tanto pensar se le está haciendo tarde para ir a buscar a Lara. Suspira, deja la taza dentro de la pila pensando que ya la fregará después; se coloca el abrigo y colgándo el bolso en su hombro, cierra tras de sí la puerta de su casa y se encamina al colegio a por su hija.
  Ya en la calle, la risa aflora a sus labios, es una risa fresca, alegre, llena de esperanza, que hace girar la cabeza a la mayoría de los transeúntes, pero consigue borrar de su memoria los días aciagos que nunca debieron de existir.
         Julita San Frutos©  

  
 

16 comentarios:

Marina dijo...

Bravo Julita. Dentro del dramatismo de ese relato, que me ha hecho saltar las lágrimas, está la luz. Porque aceptar lo malo, o lo difícil, que nos depara la vida es acercarse a ella. Una luz que nos permitirá ver lo que la oscuridad disimula y que iluminará nuestros pensamientos más negativos.

Juli imagina historias dijo...

Gracias Marina y tú has estado muy poética para hacerme el comentario, me encanta. Gracias de nuevo. Un abrazo.

Enrique Fortea dijo...

Hola Julita. Muy emotivo el relato de este mes. Como las dificultades de la vida nos cuestan de aceptar, pero una vez lo hacemos y a pesar de todo, la vida marcha mucho mejor.
Un abrazo
Enrique

Marina dijo...

El poetismo me lo ha inspirado tu relato...

Juli imagina historias dijo...

Gracias Enrique por tu comentario y es cierto que si aceptamos las dificultades, son más fáciles de gestionar. Un abrazo a tí también.

Juli imagina historias dijo...

Me alegro mucho Marina de que mi relato te haya inspirado el poetismo...

Rebekatalart dijo...

La resistencia a aceptar las cosas como son es el primer impulso, y luchar contra ella es lo que nos hace crecer. Siendo un tema tan complejo, lo has presentado de un modo muy claro y natural. Enhorabuena.

Juli imagina historias dijo...

Gracias Rebeca por tu comentario y porque te guste tal y como lo he expresado. Es un orgullo para mí contar con las personas que me hacéis seguir fomentando mi imaginación.

Teresa Juanis Mirasol dijo...

Tú, historia me ha cautivado, es, preciosa. En efecto nadie estamos preparados para ningún problema y menos un defecto físico con necesidad de atención. Lo bueno de tu historia, es q su madre comprende lo maravillosa q es esa niña y todo el cariño q puede recibir de ella.Bravo, una vez más "FELICIDADES".Un fuerte abrazo Tere

Juli imagina historias dijo...

Muchas gracias Tere por tu comentario, sabes, porque lo he dicho en más de una ocasión, que me encanta que me comentéis, pues me ayuda a continuar con mis escritos. Un abrazo.

Helen Pi dijo...

En esta ocasión, Julita, me has llegado al corazón. Tengo un sobrino con una discapacidad que ya tiene once años y te puedo asegurar que siempre recordaré el día que nació y cómo me enteré. La primera sensación es de rechazo. Aquello de que no, en mi familia no. Después no sabes cómo ayudar porque ni los mismos padres saben cómo hacerlo. Momentos muy difíciles psicológicamente que te duelen más allá de lo imaginable. Pero luego, con el tiempo y no sin gran esfuerzo, lo vas superando. Te enfrentas casi al día a día y aceptas la realidad, no hay otra manera. Te haces fuerte por el niño, por sus padres y por ti misma. Es la única opción.
La vida no es siempre de color de rosa.
Gracias como siempre y un abrazo.

Juli imagina historias dijo...

Tienes razón Helen, la vida no suele ser siempre de color de rosa, pero con paciencia y constancia se pueden areglar los conflictos, aunque no sea tarea fácil. Un abrazo para tí también.

Verónica dijo...

Muy emotivo, me ha encantado el texto. La verdad es que nunca sabes cómo vas a afrontar las adversidades que te depara la vida, pero somos más fuertes de lo que pensamos. Un abrazo.

Juli imagina historias dijo...

Tienes razón Verónica al decir que somos más fuertes de lo que pensamos, por eso si nos lo proponemos, podemos conseguir lo que nos parecía imposible en un principio. Un abrazo.

Miguel dijo...

Hola Julia! Soy Miguel, el papá de Aitana. Me ha gustado mucho pese a q el drama no es precisamente mi género favorito. Al final me quedo con la filosofía del relato. Sigue así, eres un ejemplo.

Juli imagina historias dijo...

Gracias Miguel, me alegro de que te haya gustado y sobre todo que me lo hayas dicho, sí, este es un drama aunque minimizado en lo posible, tengo otros escritos menos dramáticos, espero que te gusten. Un abrazo.