martes, 1 de agosto de 2023

EL EXTRAÑO CASO DE LA CUCHARA

Buenos días, hoy 1 de agosto de 2023 y, como en muchas otras ocasiones, publico un relato basado en una frase que nos propuso nuestra profesora de Escritura Creativa hace ya un tiempo y que yo he utilizado como título.

Espero que os entretenga un ratito en estos días de tanto calor.

Julita

  La mesa estaba dispuesta y en perfecto orden: el plato en el centro de cada comensal; a la derecha el cuchillo con el filo orientado hacia dentro como mandan los cánones de la buena etiqueta y la cuchara con la cavidad hacia arriba; a la izquierda el tenedor con las puntas hacia lo alto. Se habían colocado, como no podía ser de otra manera, a 3 cms. de cada plato. Andrea lo había supervisado todo personalmente, pero lo comprobó de nuevo cuando Esther, su criada de confianza, le dijo que ya habían terminado.

  Los comensales llegarían de un momento a otro. Primero se reunirían en el salón principal y tomarían un aperitivo en un ambiente distendido, allí esperarían a que la cocinera le avisase de que la cena estaba lista, sería en ese momento cuando les haría pasar al comedor.

  Un último vistazo antes de cerrar la puerta le convenció de que había quedado espléndido, las flores y las luces hacían que la estancia, a pesar de ser tan grande, resultase acogedora. No podrían reprocharle nada, aunque, a decir verdad, desde que trabajaba en esa casa y de eso hacía ya unos cuantos años, nunca les había dado motivo para ello. Estaba muy orgullosa de su trabajo, tanto como lo estaban sus señores.

  Subió a su cuarto y se cambió quería que, de un solo vistazo, fuesen capaces de reconocer que era la persona controladora, pero a la vez amable, que tanto valoraban. Un austero vestido y un recogido sencillo que no permitiese que alguna greña se escapase, conseguirían el efecto.

  Se apresuró a reunirse con el mayordomo, pues ellos dos, junto con los dueños de la casa, eran los que tenían que recibir a los invitados que no tardaron en empezar a llegar. Un criado se ocupaba de acompañarlos al salón donde los camareros y las camareras les ofrecían bebidas y bandejas con diferentes canapés y frivolidades.

  Llegó el momento de pasar al comedor, cosa que hicieron ordenadamente y guardando el protocolo. Cada uno de ellos ocupó el lugar que le correspondía. El dueño de la casa se sentó a la cabecera de la mesa y su mujer lo hizo en el lado opuesto. Una “vichyssoise” fue el comienzo de la suculenta cena. Al ir a coger la cuchara para dar buena cuenta de ella, Don Pedro se percató de que no la tenía e hizo una señal casi imperceptible a Andrea que se acercó disimuladamente. Se sintió horrorizada, ¿cómo había sido posible? ¡Si lo tenía todo bajo control!, pero se apresuró a llevarle otra pensando que ya se ocuparía de buscar al culpable.

  Andrea supo que le esperaba una reprimenda, así que mientras los comensales se encontraban entretenidos con sus conversaciones en el salón, después de abandonar el comedor, reunió a todos los que habían tenido parte en el servicio de la cena y uno por uno les preguntó qué había pasado con la cuchara que faltaba. Ninguno supo dar una explicación lógica, pues estaban seguros de que todos la habían visto cuando se dispuso la mesa.

  Buscaron por el suelo, por los rincones, debajo de los aparadores…, pero no apareció por ningún sitio. No sabía qué hacer, se estaba volviendo loca. No quería sospechar de ninguno de los empleados, pues eran de su total confianza, pero tenía que solucionar el problema.

  Desesperada bajó a la cocina donde le corroboraron lo que ella temía, que faltaba una cuchara. Abatida se sentó en una silla y apoyó la cabeza en las manos para tratar de pensar mejor. Fue entonces cuando una idea le vino a la mente y se apresuró a subir a su habitación. Abrió la puerta y se concentró en ella. Allí, en el suelo, se encontraba su delantal que, con las prisas, no se había molestado en doblarlo y colocarlo en su sitio y, dentro del enorme bolsillo, estaba la maldita cuchara.

  En ese momento le vinieron a la mente las palabras de su madre: “No te creas perfecta, porque cualquier pequeño descuido puede dar al traste con la idea que tienes de ti misma” y se dio cuenta de la razón que tenían.

  La cena acabó y la sobremesa también. Los invitados regresaron a sus casas no sin antes felicitar a los anfitriones por tan agradable velada.

  Cuando los asistentes se fueron, esperó al pie de la escalera a que sus señores se encararan con ella y le reprocharan su indolencia, por lo que, adelantándose a ellos, les pidió perdón por la falta de la cuchara. La miraron extrañados de que un asunto tan poco importante fuese motivo de tal contrición y, al contrario de lo que esperaba, con una sonrisa y una palmada en la espalda, le desearon las buenas noches.

  A partir de ese día decidió que debía de empezar a ser un poco más tolerante y menos adusta con sus compañeros, pues se había dado cuenta de que un pequeño descuido, como el que había tenido, no debe de convertirse en una gran tragedia.

Julita San Frutos©

  


 


2 comentarios:

Marina dijo...

Muy interesante. Y una lección de humildad. Me recuerda unas vivencias, con un final diferente, dado que el misterio nunca ha sido elucidado y las cucharas no se encontraron!
Agradable relato. Gracias Julita.

Juli imagina historias dijo...

Tienes razón Marina de que en aquel caso las cucharas no se encontraron por más que las buscamos, pero claro, este relato ha salido de mi imaginación y era mejor que apareciese😉
Gracias, como siempre, por tu comentario.