¡Ya estamos en Octubre! hay que ver la velocidad a la que pasan las horas, los días, los meses..., así que os dejo un nuevo cuento para que, si os parece, y mientras hacéis un pequeño paréntesis, le dediquéis unos minutos.
Julita
Se habían
acabado las vacaciones de verano y Martita, como todos los niños, estaba
deseando volver al colegio. Le hacía mucha ilusión encontrarse de nuevo con
todos sus compañeros de clase, aunque en el fondo de su corazón sentía un poco
de miedo, pues no estaba segura de portarse bien, como había hecho siempre.
La verdad es que Martita era una niña que
nunca había dado ningún problema.
Pero cuando empezaron las clases y, como ella
temía, su comportamiento cambió completamente.
No pasaba un solo día en que su maestra no
tuviese que darle alguna reprimenda o bien castigar por uno u otro motivo; no
atendía en clase, no obedecía a nada que le decía…, y cuando le preguntaba,
siempre respondía que “no la oía bien” y que por eso no se enteraba de lo que
le decía.
La maestra llegó a un punto en que no sabía
qué hacer, pensaba que Martita utilizaba como una excusa el decir que “no oía
bien”, aunque le resultaba un poco extraña esa actitud cuando pensaba en la
forma en que siempre se había comportado. Fue por eso por lo que decidió llamar
a sus padres y explicarles lo que pasaba.
Los padres de Martita, por supuesto acudieron
sin perder tiempo a hablar con la maestra. Le explicaron que también se habían
dado cuenta del cambio y que al igual que ella no estaban muy seguros de cómo
enfocar la situación; la niña llevaba un
tiempo que en casa no les hacía caso, la reñían, pero ella hacía como que “no
oía nada”, solamente se quedaba mirándolos y después seguía haciendo lo que
quería.
También se les había pasado por la cabeza el
pensar que decía que “no les oía” simplemente como un pretexto, aunque estaban
un poco extrañados, pues esa no era la forma de comportarse de Martita. Dando
vueltas y vueltas a la situación, habían decidido que era posible que al tener
tantos días libres por las vacaciones y no contar con la disciplina del
colegio, el carácter le hubiese cambiado.
En fin,
tanto la maestra como los padres pensaron que por supuesto tenía que haber
algún motivo para el cambio que se había producido en ella, así que decidieron
hablar con el psicólogo, ya que seguro que él sabría encontrar una solución.
El psicólogo se reunió con ellos, escuchó
atentamente todo lo que le explicaron y después habló con Martita.
La niña también le dijo que “no oía bien”. Por lo que se
quedó muy pensativo, pues dada su experiencia, no le parecía que fuese una
excusa. Así que aconsejó a la maestra que hiciese una prueba
muy sencilla:
Cuando esa mañana Martita estaba en su
pupitre mirándola seriamente, pero de una forma que daba a entender que no
estaba entendiendo nada; la llamó por su nombre en un tono normal, ni muy alto,
como solía hacer cuando los nombraba para que prestasen atención, ni demasiado
bajo que no se pudiese oír; tampoco la señaló ni la miró directamente. Entonces
se dio cuenta de que la niña no hacía ningún movimiento, como si no fuese a
ella a quien se dirigían.
Al ver que todos sus compañeros se volvian
a mirarla, fue cuando Martita pensó que era a ella a quién se dirigía la
maestra, pero “no había oído” pronunciar su nombre, así que se puso en pie muy
extrañada.
─
Martita, ─le dijo la maestra─ me he dirigido a ti para que me dijeses lo que
estaba explicando.
─ Es que “no
la he oído”, ha hablado muy bajito.
A la maestra ya no le quedó ninguna duda, pero
aun así, preguntó a sus compañeros por si ellos habían notado algo raro. Enseguida
le dijeron que sí, que desde que habían reanudado las clases, casi nunca quería
jugar con ellos, lo único que hacía era sentarse en un rincón y cuando se
acercaban para preguntarle que le pasaba, siempre les contestaba que nada, que
únicamente estaba cansada.
De nuevo la maestra y el psicólogo llamaron a
sus padres para decirles que habían llegado a la conclusión de que era cierto
lo que Martita decía, que el problema residía en que estaba perdiendo audición
y debían llevarla a un especialista.
Acudieron al médico, quién al reconocerla,
confirmó lo que ellos ya pensaban; ¡Martita se estaba quedando sorda! y la
única solución era ponerle un audífono,
que es un aparato que se coloca dentro del oído y así se puede oír mejor.
¡Pero ella no quería que le dijesen eso!, ¡nunca
llevaría un aparato en el oído y que todos sus compañeros del colegio se riesen
de ella!
No había manera de convencerla, lloraba y
lloraba diciendo que no le pusiesen nada. Cuando por fin consistió, después de
que tanto el médico como sus padres le explicasen todas las ventajas que su uso
le iba a representar, quedaba la prueba más dura y que no era otra que su
primer día de colegio con el nuevo audífono.
Por eso sus padres no tuvieron más remedio
que hablar con la maestra y contarle lo
que pasaba. La maestra, a su vez, se lo contó a todos los niños de su clase y entonces
decidieron ponerse manos a la obra.
Fabricaron entre todos unos aparatitos con
tubitos de plástico, tratando de que se pareciese lo más posible a un audífono.
Cuando Martita llegó al colegio, cosa que
hizo casi arrastrada por sus padres, pues se moría de vergüenza, vio que todos
los niños iban con un aparato muy parecido al que ella llevaba, y no solamente
sus compañeros, no, ¡hasta la maestra y el psicólogo!
No pudo evitar que se le saltasen las
lágrimas ¡qué tonta había sido al pensar que se iban a reír de ella!
Desde ese momento, al comprobar que “podía
oír” y enterarse de todo lo que ocurría a su alrededor, (aunque ya se había
dado cuenta en el momento que el médico se lo puso), se sintió mucho mejor, pues
escuchaba a sus amigos y a la maestra sin problema y eso logró que su actitud
cambiase por completo y volviese a ser la niña que había sido siempre.
Actualmente todos sus amigos quieren jugar
con ella, le dicen que tiene mucha suerte por llevar ese aparato; le preguntan
incluso cómo funciona y Martita muy feliz, sintiéndose importante, les explica
qué se debe hacer para que no se
estropee, tal y como se lo han explicado a ella, además lo cuida con mucho cariño,
pues quiere que sea su compañero por mucho tiempo.
Julita San Frutos©
4 comentarios:
Este cuento, Martita, viene a sumarse a otros relatos de Julita cuyo epicentro es la empatía hacia los demás. Tengámoslo presente en nuestras actividades cotidianas. Gracias Julita.
Gracias a tí Experiencia por decirme todo lo que me dices y que te gusten mis cuentos.
Hay que escuchar y ver que hay detrás de muchos comportamientos de los niños. Casi siempre hay un por que y un motivo que les lleva a comportarse de una determinada manera.
Saludos y felicidades por este nuevo cuento
Gracias Vegano por comprender mis cuentos y por gustarte.
Publicar un comentario