Estamos a las puertas del 1 de Noviembre y quiero aprovechar para publicar un relato que me parece compagina muy bien con esta fecha.
Me gustaría mucho, como me pasa siempre, que os gustase.
Un abrazo.
Julita
Un abrazo.
Julita
Parece que se han marchado todos, que por fin
me han dejado tranquila y sola. Creí que nunca iba a llegar este momento,
aunque la verdad es que no sé por qué me quejo pues, a partir de ahora, todo el
tiempo va a ser para mí.
No paro de pensar que, en realidad, soy yo únicamente la que tengo la
culpa de todo el jaleo que se ha montado en estos dos últimos días y ha sido
por mi afán de querer vivir con alegría y tratar de contagiarla a todos los que
siempre se han encontrado a mí alrededor.
He
querido mantener la línea de conducta que me tracé hace ya muchos, muchos años,
bueno más concretamente cuando era joven.
No es que no haya tenido motivos para perder
la alegría, los he tenido y muchos, pero siempre me he levantado, he sacudido
la cabeza para quitarme los pensamientos tristes, he vuelto a poner la sonrisa
en mis labios y en mis ojos el brillo de la ilusión.
Mi infancia no fue nada fácil, pero un día de
mi adolescencia decidí sentirme en paz conmigo misma y, para ello, debía ser
feliz, tenía la obligación de conseguirlo, así que mejor era sonreír. Si yo
sonreía, me daba cuenta de que a mi alrededor se dibujaban más sonrisas. Llegué
a pensar si no sería contagioso, así que esa sería a partir de ese momento la
línea de conducta que seguiría.
Me han gustado las flores, las bromas, las
risas y el buen humor. El problema se ha presentado cuando me he dado cuenta de
que todas las personas que me rodeaban se lo habían tomado al pie de la letra,
pero ya ha sido demasiado tarde.
Así que ahora, en el silencio, trato de
recordar cuando fallé, en qué momento se unieron las alegrías, las tristezas,
las risas y los llantos. Tantos sentimientos encontrados, para dar paso a todos
los acontecimientos que se han desarrollado:
Llevaba en el hospital unos días, no sabría
decir cuantos, la verdad es que no me encontraba demasiado bien, aunque iba
aguantando, pero ayer ya no sé lo que me pasó que me quedé sin ganas de hablar
ni de moverme, sabía que me tocaban, que me hablaban, que me mimaban, sentía
cerca de mí a personas que quiero, pero era incapaz de emitir ningún sonido,
quizá si lo hubiese podido hacer les habría demostrado mi gratitud, pero ése no
era el caso.
En medio del trajín de mí alrededor pude
darme cuenta de que había entrado una de mis nietas. Llevaba en las manos una
lámpara de sal que depositó encima de la almohada al lado de mi cabeza. Empujó
la cama y se colocó detrás de mí. Encendió una vela pequeña y la colocó dentro
de la lámpara, a continuación empezó a hacerme Reiki.
Me extrañó que nadie dijese nada, que la dejaran
hacer, aunque la miraban bastante atónitos, pero sin atreverse a interrumpir su
concentración.
Incluso cuando entraron unas enfermeras e
hicieron salir a todos los acompañantes que se encontraban en la habitación, a
ella no, a ella únicamente la miraron, como habían hecho todos los demás y la
dejaron que continuase con aquellos ritos, debieron de pensar que estaba loca o
que era una iluminada. Sopesarían las dos posibilidades y, por su actitud,
seguramente decidieron que en cualquiera de los dos casos lo mejor era dejarla.
Fue poco después, muy poco porque mi nieta
aún no se había apartado de mi cabecera, cuando entró el médico y decidió
cambiarme de habitación, hablaron de una más tranquila, pero a pesar de mi
estado indolente pude perfectamente escuchar que dijeron: ¡terminales!
Allí nos dirigimos, el camillero, tres de mis
hijos, mi nieta con su inseparable lámpara encendida y yo en mi cama,
¡naturalmente!
Al sentir la tranquilidad de esa habitación,
muy diferente a la anterior en la que había estado, pensé en la cantidad de
años que llevaba vividos, mucho más de lo que nunca me hubiese podido imaginar
y en que ya los había agotado todos. No había razón para continuar, así que me
despedí en silencio, sin aspavientos, suavemente, y supe que los que estaban
conmigo entendieron mi despedida.
Me quedé a merced de los que tenían que
dejarme presentable para el día siguiente y, ¡ojo! que no es que no lo
estuviese, pero supongo que son las normas o el protocolo o como queramos
denominarlo.
A los miembros de mi familia les invitaron a
irse a su casa y volver a la mañana siguiente.
Salieron a enfrentarse con la noche, una
noche especialmente oscura, pero iluminada por la inefable vela de la lámpara
de sal de mi nieta.
Fuera les esperaban dos nietos más y una
nuera, y juntos caminaron al metro procurando que la vela no se apagase. Según
mi nieta esa vela representaba mi espíritu y debía acompañarles el mayor tiempo
posible.
Tampoco en esta ocasión oyeron ninguna voz
que les llamase al orden o a la prohibición de subir a un vehículo público con
una vela encendida, como se temieron en un principio, aunque bien es verdad que
ya era una hora muy tardía. Pero a pesar de ello, no podían olvidar que donde
en realidad estaban era en el metro. Lo que debió de ocurrir fue que
seguramente les debía de rodear el halo de misterio que había acompañado todo
el tiempo a su porteadora y querían respetarlo.
¡Al final, la vela se apagó cerca ya de su
casa!
Cuando esta mañana me han traído aquí, el
silencio era absoluto, únicamente interrumpido por algún llanto lejano, pero
esa calma no ha durado mucho. Aún era temprano cuando ha llegado la parte de mi
familia que ayer se fue con la lámpara. En el
momento en que ha entrado mi nieta ha exclamado:
─ ¡No puede ser!
¡esto está muy triste! ¡a mi abuela no le puede gustar estar en un sitio así! ¡hay
que hacer algo!
Se ha ido con bastante prisa y, cuando ha
vuelto, llevaba en sus brazos un montón de velas; las ha esparcido por el
suelo, ha cambiado la situación de las coronas y de los dos candelabros grandes
que tengo en la cabecera y en los pies y las ha encendido. Después ha
contemplado su obra y con una gran sonrisa ha comentado:
─ ¡Mucho mejor!
En ese
momento se ha oído una voz que ha pronunciado:
─ ¡Vas a
provocar un incendio!
─ No, ─ha contestado ella─ porque voy a estar pendiente todo el rato.
─ ¡Bueno,
mientras no te digan nada!
Estaban en estas reflexiones cuando ha
llegado la hermana (la hermana de la de las velas), ha entrado aquí a gran
velocidad y ha exclamado:
─ ¡Está muy guapa!
pero, ¿no le habéis pintado los labios? ¡no habéis respetado su deseo!
Fuera se oían muchas voces, por lo que
suponía que ya se habían congregado más familiares, así que como un eco oí
repetir:
─ ¿Los labios?
─ ¿Qué labios?
─ ¿Qué deseo?
─ Sí, ─ha dicho ella─ me hizo prometerle que su hermana le pintaría los labios, no le gustaba
nada que la viesen con ellos sin pintar ¡parece mentira que no os acordéis!
─ Yo no lo
recuerdo ─ha comentado alguien.
─ Bueno, ─ha continuado ella─ es igual, creía que os lo había dicho a todos, pero por lo que veo
únicamente me lo dijo a mí ¿Tía, a ti no te dijo nada?
─ Yo no recuerdo
que me lo dijese, pero si tú lo dices…
─ Lo que pasa es
que no llevo ninguna barra de labios, ¿tenéis alguien una?
─ Toma, yo tengo
─ha comentado una de mis hijas─ ¡pero yo no se los pinto!
─ No, tiene que
ser su hermana.
─ ¡Yo no puedo
hacerlo! ─ha dicho mi hermana─ ¡me da no se qué! Toma hazlo tú.
─ Es que… yo
tampoco me atrevo.
─ ¡Anda que
estamos arregladas!
─ ¡Está bien,
dádmelo, se los pintaré yo. ¡No sé cómo lo hago pero siempre me toca!
Eran las palabras de mi hija tercera. La voz de
la mayor, la que no había querido pintármelos, la oía también a mi lado
mientras la tercera procedía con su labor.
Decía:
─ ¡Traigo la
foto de nuestro padre! He pensado que le gustaría que se la pusiésemos cerca ¡Aquí,
entre las manos, que la sujete bien fuerte!
─ ¡Espera tía! ─esa era la voz de mi nieta mayor─ traigo un clavel, vamos a ponérselo también entre las
manos ¡le gustaban tanto los claveles!
─ ¡Tienes razón! Dame…,
así…, muy bien. A ver… ¡Qué guapa está!
Me miraban fascinadas por su propia obra
cuando de repente se apagó la luz, la habitación quedó iluminada únicamente por
las velas del suelo colocadas por mi nieta.
─ ¿Qué ha
pasado? ¿Quién ha desenchufado los candelabros?
─ ¡He sido yo! es
que se me ha descargado el móvil y no encuentro ningún otro enchufe.
¡Tenía que ser ella! ¡La de la lámpara de
sal! ¡La de las velas!
─ ¡No puede ser!
¡Tiene que haber alguno más! ¿Has mirado bien por todas partes?
─ Sí y no
encuentro ninguno más, únicamente aquí al lado ¿podré ponerlo ahí? cómo no hay nadie…
─ ¡Chica, pues
enchúfalo ahí, si no hay otro sitio!
─ ¡Claro, muy
bien! ¿Y si viene alguien qué?
─ Bueno, pues
estaremos pendientes y lo quitaremos enseguida ¡Desde luego no es el lugar más
idóneo para cargar un móvil!
─ Ya tenemos dos
trabajos, por ahora ─dijo alguien─ vigilar para que no vean el teléfono y que no se
produzca un incendio por culpa de las velas y todo ¡provocado por la misma
persona!
Hubo un silencio, pero muy pequeño, porque no
tardé en escuchar una nueva conversación:
─ ¡He traído
algo para comer y beber, he pensado que quizá teníais hambre!
Esa voz la reconocí enseguida, era la de mi
nuera.
─ ¡Has tenido
buena idea! ¡Vamos a acercar esa mesa!
─ ¡Hola a todos!
¿Dónde está la tía?
─ Ahí dentro,
pasa.
─ ¡Qué guapa
está! ¡Igual que siempre! ¡Mi tía preferida! ¡Tan simpática! ¡Tan divertida!
Lo he dicho al principio, todo se lió por mi
culpa. Tenía que haber sido más seria y quizá de esa forma mi familia no
hubiese estado tan loca o puede que sí y que sea yo la que está equivocada. En
fin, el día siguió desarrollándose en la misma línea, unos entraban, otros
salían: hijos, nietos, sobrinos y mi hermana (sólo tengo una). Piropos,
halagos, alguna lágrima, (¿por qué no?) y buen humor. No se provocó ningún incendio
y nadie se percató de que en la sala de al lado se estaba cargando un móvil que
era nuestro.
Llegaron más coronas y ramos. El día llegaba
a su fin y con mucha diplomacia, de nuevo les invitaron a dejarme tranquila.
Así ha sido como he llegado a este momento en
que mis pensamientos se encuentran queriendo asirse al eco de mi ya perdida voz, para ver si de esa forma no se disipan por
los recovecos del olvido. Mañana será la despedida final, pero únicamente la
física, porque ya me he ocupado de que en la memoria de todos los que me
quieren, siempre me encuentre presente.
Julita
San Frutos©

10 comentarios:
Siempre me gusta mucho como escribes, pero el humor que le has dado a este relato (aunque fue verdad) le hace muy ameno.
Gracias Jose por tu comentario y por decir que te gusta lo que escribo.
Amenidad dentro del dramatismo que supone una despedida definitiva. Refleja perfectamente la situación y la personalidad de los protagonistas. Bonito relato.
Gracias Experiencia porque te parezca un bonito relato, más tratándose del tema que desarrollo y sí, tienes razón, refleja la situación y la personalidad de los protagonistas.
Un relato muy emotivo y un bonito recuerdo para todos los que vivimos esos días. Un abrazo muy fuerte.
Hola. Tema complicado y que siempre cuesta de abordar aunque todos tarde o temprano tenenemos que pasar por él. Muy bien el relato y con mucha naturalidad y simpatía
Un abrazo
Gracias Verónica por considerarlo un bonito recuerdo. Como dices, está en la memoria de todos los que los vivimos y permanecerá siempre, pero al menos que sea agradable de recordar. Un abrazo a tí también.
Gracias Vegano, sí es un tema complicado pero puedo asegurar que todo ocurrió como lo relato, aunque me he permitido ciertas libertades como opinar por una persona que ya no está con nosotros, pero es que estoy segura que sería su pensamiento, suponiendo que podamos pensar en esas circunstancias y desde luego lo he hecho desde (como tu dices) la naturalidad y la simpatía (al menos lo he procurado). Un abrazo también para tí.
Esa vela sigue encendida, recorrió el metro y calles, luego caminos, ríos y mares... Fue ella quién me mostró cómo sentir sin tapujos, me enseñó a reir, me inspiró a ser como fuera, sin más. Y nos dió a todos un adiós que nunca olvidaremos. Ella sigue siendo especial.
Si Rebeca, tienes razón ella siempre será especial y estará con nosotros mientras podamos recordarla. Un abrazo.
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