martes, 31 de octubre de 2017

EL ECO DE LOS PENSAMIENTOS

Estamos a las puertas del 1 de Noviembre y quiero aprovechar para publicar un relato que me parece compagina muy bien con esta fecha.
Me gustaría mucho, como me pasa siempre, que os gustase.
Un abrazo.
Julita


  Parece que se han marchado todos, que por fin me han dejado tranquila y sola. Creí que nunca iba a llegar este momento, aunque la verdad es que no sé por qué me quejo pues, a partir de ahora, todo el tiempo va a ser para mí.
  No paro de pensar que, en  realidad, soy yo únicamente la que tengo la culpa de todo el jaleo que se ha montado en estos dos últimos días y ha sido por mi afán de querer vivir con alegría y tratar de contagiarla a todos los que siempre se han encontrado a mí alrededor.

  He querido mantener la línea de conducta que me tracé hace ya muchos, muchos años, bueno más concretamente cuando era joven.
  No es que no haya tenido motivos para perder la alegría, los he tenido y muchos, pero siempre me he levantado, he sacudido la cabeza para quitarme los pensamientos tristes, he vuelto a poner la sonrisa en mis labios y en mis ojos el brillo de la ilusión.
  Mi infancia no fue nada fácil, pero un día de mi adolescencia decidí sentirme en paz conmigo misma y, para ello, debía ser feliz, tenía la obligación de conseguirlo, así que mejor era sonreír. Si yo sonreía, me daba cuenta de que a mi alrededor se dibujaban más sonrisas. Llegué a pensar si no sería contagioso, así que esa sería a partir de ese momento la línea de conducta que seguiría.
  Me han gustado las flores, las bromas, las risas y el buen humor. El problema se ha presentado cuando me he dado cuenta de que todas las personas que me rodeaban se lo habían tomado al pie de la letra, pero ya ha sido demasiado tarde.
  Así que ahora, en el silencio, trato de recordar cuando fallé, en qué momento se unieron las alegrías, las tristezas, las risas y los llantos. Tantos sentimientos encontrados, para dar paso a todos los acontecimientos que se han desarrollado:
  Llevaba en el hospital unos días, no sabría decir cuantos, la verdad es que no me encontraba demasiado bien, aunque iba aguantando, pero ayer ya no sé lo que me pasó que me quedé sin ganas de hablar ni de moverme, sabía que me tocaban, que me hablaban, que me mimaban, sentía cerca de mí a personas que quiero, pero era incapaz de emitir ningún sonido, quizá si lo hubiese podido hacer les habría demostrado mi gratitud, pero ése no era el caso.
  En medio del trajín de mí alrededor pude darme cuenta de que había entrado una de mis nietas. Llevaba en las manos una lámpara de sal que depositó encima de la almohada al lado de mi cabeza. Empujó la cama y se colocó detrás de mí. Encendió una vela pequeña y la colocó dentro de la lámpara, a continuación empezó a hacerme Reiki. 
  Me extrañó que nadie dijese nada, que la dejaran hacer, aunque la miraban bastante atónitos, pero sin atreverse a interrumpir su concentración.
  Incluso cuando entraron unas enfermeras e hicieron salir a todos los acompañantes que se encontraban en la habitación, a ella no, a ella únicamente la miraron, como habían hecho todos los demás y la dejaron que continuase con aquellos ritos, debieron de pensar que estaba loca o que era una iluminada. Sopesarían las dos posibilidades y, por su actitud, seguramente decidieron que en cualquiera de los dos casos lo mejor era dejarla.
  Fue poco después, muy poco porque mi nieta aún no se había apartado de mi cabecera, cuando entró el médico y decidió cambiarme de habitación, hablaron de una más tranquila, pero a pesar de mi estado indolente pude perfectamente escuchar que dijeron: ¡terminales!
  Allí nos dirigimos, el camillero, tres de mis hijos, mi nieta con su inseparable lámpara encendida y yo en mi cama, ¡naturalmente!
  Al sentir la tranquilidad de esa habitación, muy diferente a la anterior en la que había estado, pensé en la cantidad de años que llevaba vividos, mucho más de lo que nunca me hubiese podido imaginar y en que ya los había agotado todos. No había razón para continuar, así que me despedí en silencio, sin aspavientos, suavemente, y supe que los que estaban conmigo entendieron mi despedida.
  Me quedé a merced de los que tenían que dejarme presentable para el día siguiente y, ¡ojo! que no es que no lo estuviese, pero supongo que son las normas o el protocolo o como queramos denominarlo.
  A los miembros de mi familia les invitaron a irse a su casa y volver a la mañana siguiente.
  Salieron a enfrentarse con la noche, una noche especialmente oscura, pero iluminada por la inefable vela de la lámpara de sal de mi nieta.
  Fuera les esperaban dos nietos más y una nuera, y juntos caminaron al metro procurando que la vela no se apagase. Según mi nieta esa vela representaba mi espíritu y debía acompañarles el mayor tiempo posible.
  Tampoco en esta ocasión oyeron ninguna voz que les llamase al orden o a la prohibición de subir a un vehículo público con una vela encendida, como se temieron en un principio, aunque bien es verdad que ya era una hora muy tardía. Pero a pesar de ello, no podían olvidar que donde en realidad estaban era en el metro. Lo que debió de ocurrir fue que seguramente les debía de rodear el halo de misterio que había acompañado todo el tiempo a su porteadora y querían respetarlo.
  ¡Al final, la vela se apagó cerca ya de su casa!
  Cuando esta mañana me han traído aquí, el silencio era absoluto, únicamente interrumpido por algún llanto lejano, pero esa calma no ha durado mucho. Aún era temprano cuando ha llegado la parte de mi familia que ayer se fue con la lámpara. En el  momento en que ha entrado mi nieta ha exclamado:
¡No puede ser! ¡esto está muy triste! ¡a mi abuela no le puede gustar estar en un sitio así! ¡hay que hacer algo!
  Se ha ido con bastante prisa y, cuando ha vuelto, llevaba en sus brazos un montón de velas; las ha esparcido por el suelo, ha cambiado la situación de las coronas y de los dos candelabros grandes que tengo en la cabecera y en los pies y las ha encendido. Después ha contemplado su obra y con una gran sonrisa ha comentado:
¡Mucho mejor!
  En ese momento se ha oído una voz que ha pronunciado:
¡Vas a provocar un incendio!
No, ha contestado ella porque voy a estar pendiente todo el rato.
¡Bueno, mientras no te digan nada!
  Estaban en estas reflexiones cuando ha llegado la hermana (la hermana de la de las velas), ha entrado aquí a gran velocidad y ha exclamado:
¡Está muy guapa! pero, ¿no le habéis pintado los labios? ¡no habéis respetado su deseo!
  Fuera se oían muchas voces, por lo que suponía que ya se habían congregado más familiares, así que como un eco oí repetir:
¿Los labios?
¿Qué labios?
¿Qué deseo?
Sí, ha dicho ella me hizo prometerle que su hermana le pintaría los labios, no le gustaba nada que la viesen con ellos sin pintar ¡parece mentira que no os acordéis!
Yo no lo recuerdo ha comentado alguien.
Bueno, ha continuado ella es igual, creía que os lo había dicho a todos, pero por lo que veo únicamente me lo dijo a mí ¿Tía, a ti no te dijo nada?
Yo no recuerdo que me lo dijese, pero si tú lo dices…
Lo que pasa es que no llevo ninguna barra de labios, ¿tenéis alguien una?
Toma, yo tengo ha comentado una de mis hijas ¡pero yo no se los pinto!
No, tiene que ser su hermana.
¡Yo no puedo hacerlo! ha dicho mi hermana ¡me da no se qué! Toma hazlo tú.
Es que… yo tampoco me atrevo.
¡Anda que estamos arregladas!
¡Está bien, dádmelo, se los pintaré yo. ¡No sé cómo lo hago pero siempre me toca!
  Eran las palabras de mi hija tercera. La voz de la mayor, la que no había querido pintármelos, la oía también a mi lado mientras la tercera procedía con su labor.
Decía:
¡Traigo la foto de nuestro padre! He pensado que le gustaría que se la pusiésemos cerca ¡Aquí, entre las manos, que la sujete bien fuerte!
¡Espera tía! esa era la voz de mi nieta mayor traigo un clavel, vamos a ponérselo también entre las manos ¡le gustaban tanto los claveles!
¡Tienes razón! Dame…, así…, muy bien. A ver… ¡Qué guapa está!
  Me miraban fascinadas por su propia obra cuando de repente se apagó la luz, la habitación quedó iluminada únicamente por las velas del suelo colocadas por mi nieta.
¿Qué ha pasado? ¿Quién ha desenchufado los candelabros?
¡He sido yo! es que se me ha descargado el móvil y no encuentro ningún otro enchufe.
  ¡Tenía que ser ella! ¡La de la lámpara de sal! ¡La de las velas!
¡No puede ser! ¡Tiene que haber alguno más! ¿Has mirado bien por todas partes?
Sí y no encuentro ninguno más, únicamente aquí al lado ¿podré  ponerlo ahí? cómo no hay nadie…
¡Chica, pues enchúfalo ahí, si no hay otro sitio!
¡Claro, muy bien! ¿Y si viene alguien qué?
Bueno, pues estaremos pendientes y lo quitaremos enseguida ¡Desde luego no es el lugar más idóneo para cargar un móvil!
Ya tenemos dos trabajos, por ahora dijo alguien vigilar para que no vean el teléfono y que no se produzca un incendio por culpa de las velas y todo ¡provocado por la misma persona!
  Hubo un silencio, pero muy pequeño, porque no tardé en escuchar una nueva conversación:
¡He traído algo para comer y beber, he pensado que quizá teníais hambre!
  Esa voz la reconocí enseguida, era la de mi nuera.
¡Has tenido buena idea! ¡Vamos a acercar esa mesa!
¡Hola a todos! ¿Dónde está la tía?
Ahí dentro, pasa.
¡Qué guapa está! ¡Igual que siempre! ¡Mi tía preferida! ¡Tan simpática! ¡Tan divertida!
  Lo he dicho al principio, todo se lió por mi culpa. Tenía que haber sido más seria y quizá de esa forma mi familia no hubiese estado tan loca o puede que sí y que sea yo la que está equivocada. En fin, el día siguió desarrollándose en la misma línea, unos entraban, otros salían: hijos, nietos, sobrinos y mi hermana (sólo tengo una). Piropos, halagos, alguna lágrima, (¿por qué no?) y buen humor. No se provocó ningún incendio y nadie se percató de que en la sala de al lado se estaba cargando un móvil que era nuestro.
  Llegaron más coronas y ramos. El día llegaba a su fin y con mucha diplomacia, de nuevo les invitaron a dejarme tranquila.
  Así ha sido como he llegado a este momento en que mis pensamientos se encuentran queriendo asirse al eco de mi ya perdida voz,  para ver si de esa forma no se disipan por los recovecos del olvido. Mañana será la despedida final, pero únicamente la física, porque ya me he ocupado de que en la memoria de todos los que me quieren, siempre me encuentre presente.
         Julita San Frutos©


 

10 comentarios:

José Catalá dijo...

Siempre me gusta mucho como escribes, pero el humor que le has dado a este relato (aunque fue verdad) le hace muy ameno.

Juli imagina historias dijo...

Gracias Jose por tu comentario y por decir que te gusta lo que escribo.

Experiencia, dijo...

Amenidad dentro del dramatismo que supone una despedida definitiva. Refleja perfectamente la situación y la personalidad de los protagonistas. Bonito relato.

Juli imagina historias dijo...

Gracias Experiencia porque te parezca un bonito relato, más tratándose del tema que desarrollo y sí, tienes razón, refleja la situación y la personalidad de los protagonistas.

Verónica dijo...

Un relato muy emotivo y un bonito recuerdo para todos los que vivimos esos días. Un abrazo muy fuerte.

Vegano de Olocau dijo...

Hola. Tema complicado y que siempre cuesta de abordar aunque todos tarde o temprano tenenemos que pasar por él. Muy bien el relato y con mucha naturalidad y simpatía
Un abrazo

Juli imagina historias dijo...

Gracias Verónica por considerarlo un bonito recuerdo. Como dices, está en la memoria de todos los que los vivimos y permanecerá siempre, pero al menos que sea agradable de recordar. Un abrazo a tí también.

Juli imagina historias dijo...

Gracias Vegano, sí es un tema complicado pero puedo asegurar que todo ocurrió como lo relato, aunque me he permitido ciertas libertades como opinar por una persona que ya no está con nosotros, pero es que estoy segura que sería su pensamiento, suponiendo que podamos pensar en esas circunstancias y desde luego lo he hecho desde (como tu dices) la naturalidad y la simpatía (al menos lo he procurado). Un abrazo también para tí.

Rebekatalart dijo...

Esa vela sigue encendida, recorrió el metro y calles, luego caminos, ríos y mares... Fue ella quién me mostró cómo sentir sin tapujos, me enseñó a reir, me inspiró a ser como fuera, sin más. Y nos dió a todos un adiós que nunca olvidaremos. Ella sigue siendo especial.

Juli imagina historias dijo...

Si Rebeca, tienes razón ella siempre será especial y estará con nosotros mientras podamos recordarla. Un abrazo.