La
soñé y se hizo realidad,
la
llamé y acudió a mi lado,
y
cuando las manos extendí,
entre
las suyas se alojaron.
Siempre
que enferma me sentí,
su
sola presencia me sanó.
Las
veces que amarga lloré,
mis
lágrimas, húmedas y tristes,
con
sus dulces besos enjugó.
En
sus brazos me refugio,
siempre
que me acosa la duda,
buscando
ávida su mirada
y
haciendo sus palabras mías.
Y
cuando con mis labios,
su
dulce nombre pronuncio,
siempre
digo:
¡Es
mi madre!
¡En
la que aún me acurruco!
Julita San Frutos© mayo 2017

4 comentarios:
Completamente, mi madre mi refugio. Me encanta.
Qué bien Rebeca que te encante.
¿Qué haríamos sin nuestra madre? Siempre a nuestro lado, sin nada a cambio...
Juli: palabras acertadas y reflexivas... Un abrazo.
Gracias Javi, se la echa mucho de menos cuando ya no está, se nota demasiado su ausencia.
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