jueves, 1 de junio de 2023

MUJERES POR LAS QUE QUITARSE EL SOMBRERO

 El día 14 del pasado mes de abril, La Pobla de Vallbona libró los Premios Igualdad. El relato que yo presenté quedó finalista y hoy lo publico aquí en mi blog para que podáis leerlo y opinar sobre él.

Un saludo a tod@s.

Julita

María trataba de concentrase en sus estudios sentada a la mesa de la terraza y apoyando los codos sobre ella. Con sus veinte años recién cumplidos quería comerse el mundo. Le gustaba soñar que algún día sería alguien importante.

Estaba ensimismada y quizá por eso no la oyó llegar, ni sintió su presencia cuando se sentó a su lado, pero escuchó sus palabras y el cariño con el que las pronunciaba.

—Hija… ¿en qué piensas? —Apoyó la mano sobre la suya y la miró con dulzura.

Era su abuela, quien, con ese sexto sentido que tenía, esa virtud de casi adivinar lo que estaba pensando, empezó a contarle una historia:

“Hace tiempo, tanto que se ha perdido en la memoria, el mundo era oscuro, triste, silencioso, pero apareció la mujer y se iluminó. Desde ese momento las flores crecieron, los pájaros cantaron con sus alegres trinos y el sol brilló en todo su esplendor. De su vientre nacieron nuevas vidas que alimentó y cuidó, consiguiendo con ello que concibieran otras muchas.

Con su hacer silencioso acabó siendo el centro de todo, aunque sin reconocerse. Pero ese silencio se volvió en su contra; aceptó quedar recluida, incluso utilizada, en muchas ocasiones, por el hombre, como moneda de cambio”.

Hizo un gesto, entrecerrando los ojos, como queriendo rectificar el pasado y, al mismo tiempo, asintiendo para reconocer que lo acaecido ya no se puede cambiar. Le dio una palmadita en la mano y continuó su relato:

“Cuando fue consciente de su error quiso remediarlo manejando los pocos medios que tenía a su alcance y comenzó una gran lucha. Tuvo que llevarla a cabo en solitario, pues cuando exponía sus ideas no conseguía ningún apoyo ni de las mismas mujeres, en igual situación que ella, ni por supuesto de los hombres, salvo en contadas ocasiones. Pero no cejó en su empeño y con mucho tesón consiguió que unas pocas cambiasen de opinión y que poco a poco empezaran a unirse.

Desde ese momento, en cualquier parte, tanto en las ciudades como en el campo, una mujer intentaba hacerse oír, pero en la mayoría de ocasiones su voz era silenciada y no de un modo amable precisamente”.

Llegado a ese punto, María dio un respingo y giró la cabeza bruscamente, tanto que el cuello le dolió; a su lado no había nadie. Fue consciente de que al parecer se había quedado dormida y que todo había sido un sueño. Tenía la certeza de haber sentido a su abuela a su lado, como tantas veces lo había hecho. Ahora ya no estaba, pero ella a menudo notaba su presencia, su aliento y su tacto, como en aquel momento. Había soñado el sueño de su abuela y no estaba dispuesta a renunciar a él.

Siempre había querido empezar a escribir algo que fuera importante, que sirviera para pasar de generación en generación, como las historias que le contaba su abuela, pero ahora tocaba plasmarlas en papel. Abrió su libreta y con el bolígrafo en la mano empezó a escribir todo lo que tenía en la cabeza:

Si en el momento actual miramos a nuestro alrededor y alargamos la vista hacia nuestras madres y abuelas, aún más, a todas las que nos han precedido trabajando sin descanso, nos daremos cuenta de que gracias a ellas encontramos en este momento allanado una gran parte del camino.

La mujer que cantando arreglaba su hogar y cuidaba de los suyos; la que bordaba a la luz de la lámpara dejándose la vista en ello, pero que jamás perdía la sonrisa; la que se levantaba con el alba y labraba la tierra hasta que se ponía el sol, siempre con una expresión amable en su cara, y a tantas y tantas que han contribuido a la economía y el desarrollo de sus pueblos.

Marcó un gran signo de admiración y escribió:

¡Debemos inclinarnos y quitarnos el sombrero ante todas ellas, coger el cetro y seguir con la lucha!

Cuando acabó pensó que era un buen comienzo, pero que tenía que continuar. Recapacitó cavilando que aún queda mucho por hacer, pero que, con el ejemplo de su abuela y el de todas ellas, su apoyo, la fuerza que nos han conferido y la unión que seguro conseguiremos, haremos realidad lo que nos propongamos. Levantó la mirada y le habló a su abuela:

—Abuela, dejaremos los caminos asfaltados a las que vienen detrás para que puedan brillar con luz propia y que, cuando el tiempo pase, vuelvan la vista, como tú y yo hemos hecho, para inclinarse y quitarse el sombrero en nuestra memoria.

Un destello malva surcó el cielo y tuvo claro hacia donde dirigiría sus pasos.

Julita San Frutos©

4 comentarios:

Espe dijo...

Que bonito, me he emocionado recordando a mis abuelas.
Muchas gracias!!

Juli imagina historias dijo...

Gracias a tí por leerlo y me encanta que te haya hecho recordar a tus abuelas, es un recuerdo precioso. Un abrazo 🤗 😊 😘

Marina dijo...

Sí, las abuelas, las madres, las mujeres en general, siempre han contribuido, y lo siguen haciendo, al bienestar general, aunque, en demasiadas ocasiones y lugares del mundo, su papel no haya sido reconocido ni lo sea actualmente. Por ello, los escritos, los libros y cualquier medio de comunicación, así como los actos destinados a todos aquellos que les niegan el lugar que les corresponde, son indispensables.

Juli imagina historias dijo...

Muchas gracias Marina por tu comentario, estoy totalmente de acuerdo contigo en que tenemos que seguir luchando para conseguir el lugar que nos corresponde en esta sociedad que no termina de darse cuenta de nuestra importancia como parte de los individuos que la componemos. Un abrazo.