Nos hemos levantado con un nuevo año, estrenamos 2023 y, por ese motivo, me ha parecido que estaría bien publicar hoy uno de los capítulos de mi último libro ELUCUBRACIONES DE UNA MENTE INCONCLUSA, así que me he decantado por el número dos que se titula, como habréis podido leer ya: LA LLEGADA.
Disfrutad leyéndolo y ojalá que este año nos sea propicio a todas las personas que poblamos este planeta nuestro llamado Tierra.
Julita
Andaba transcurriendo el año 1949, exactamente en la madrugada del día 6 de septiembre y en un hospital de Madrid, la ciudad en la que, como he dicho vivían, cuando decidí abandonar el seno materno. No tanto por conocer el mundo en el que me iba a tocar residir, cosa que por otra parte no me quitaba el sueño, como por lo angosto del habitáculo en el que me encontraba, pues cualquier mínimo movimiento ya me resultaba imposible de realizar.
Por lo que, cuando vi la luz, cosa que, como he dicho antes y al menos en mi caso, no sucedió exactamente como la expresión lo indica, pues lo único que llegué a percibir fue una especie de resplandor a través de mis finos párpados, fui consciente de que pasaba a engrosar la lista de lo que han dado en llamar humanidad y algo, como un escalofrío, recorrió mi espalda.
Eso fue suficiente para convencerme de que no debía abrir los ojos, pues estaba segura de que, de esa forma, me evitaría ser partícipe del espectáculo que se desarrollaba a mi alrededor.
¡Qué equivocada estaba! ¡Yo formaba parte de ese espectáculo y no iba a poder evitarlo!
Me quedé completamente paralizada sin saber cómo actuar y ése debió de ser el motivo por el que me cogieron de los pies y sosteniéndome cabeza abajo en el aire, me propinasen una buena palmada en mis nalgas.
─¡Mal empezamos! ─pensé.
Fue entonces cuando, saliendo de mi asombro, decidí ensanchar mis pulmones y dejar escapar un llanto sonoro.
Ese llanto, al contrario de lo que pudiese imaginar, resultó muy bien recibido entre todas las personas que allí se congregaban.
─¡Vaya! ─fue mi nuevo pensamiento─ ¡No me va a gustar nada este mundo!
Por lo que continué con mis gritos durante un buen rato.
A pesar de ello permanecía, tal y como me había propuesto, con los ojos cerrados, aunque la tentación de abrirlos, cada vez era más intensa.
¡Deseaba ver a mi madre! Eso era lo que consideraba más importante, pues habíamos estado durante nueve largos meses compartiéndolo todo y su voz formaba parte de mí. Aunque, por otra parte, estaba muy resentida; ¿cómo dejaba que unos extraños me separaran de ella de esa forma y actuasen en mi contra con tal saña?
Pero mis pensamientos quedaron interrumpidos, al igual que mi llanto, al sentirme introducida dentro de un líquido templado y agradable tan parecido al que acababa de abandonar. Me dejé llevar por aquella sensación, aunque resultó muy breve pues, sin darme tiempo a acostumbrarme a ella, me sacaron y me colocaron encima de algo mullido.








