miércoles, 2 de junio de 2021

ZORTES

 Buenos días, estamos ya a 2 de junio del año en curso 2021 y hoy os dejo un relato que, como en otras ocasiones, lo escribí utilizando las palabras que nuestra profesora de Escritura Creativa nos proporcionó para tal fin.

Podréis distinguirlas porque están en cursiva y espero, también como en ocasiones anteriores, que os entretenga.

Julita

No puedo permitir lo que me estás pidiendo Roberto, soy incapaz de enviar a un empleado mío a un pueblo tan enrarecido. Dicen de él que sus habitantes son sibilinos, por lo que no creo que consigas nada, pero en cambio yo no podría dormir a gusto pensando donde te encuentras.

Jefe, no le estoy pidiendo que me mande, únicamente quiero que me dé su permiso para hacerlo.

A ti lo que te pasa es que estás engentado y, con tu perseverancia, vas a conseguir que sucumba a tus deseos.

No se arrepentirá, le aseguro que volveré con una noticia impactante, seremos el periódico más famoso de España. Me dedicaré a atisbar con todo el cuidado de que sea capaz.

Parece que padezcas agorafilia. Vete, pero mantenme informado en todo momento, no quiero que por mi culpa te vuelvas melancólico.

Gracias jefe, pero ¿y si no tengo cobertura? me han dicho que como es un pueblo perdido en las montañas, las conexiones son muy difíciles.

Ya te las ingeniarás como puedas, pero necesito saber de ti al menos una vez al día. Vete de una vez y no hagas que me arrepienta.

─ ¡A sus órdenes jefe!

  Roberto se dirigió a su casa antes de que su superior se arrepintiese de dejarle ir a una misión tan descabellada y a la vez peligrosa. Había sopesado los pros y los contras y estaba totalmente decidido, tanto era así, que antes de haber ido a entrevistarse con su jefe, ya había dejado la bolsa preparada, pues con permiso o sin él, no podía negarse a la aventura que había forjado en su mente.

  Metió sus útiles en el maletero del coche y se encaminó cual muérgano cualquiera, en busca de su propio destino.

  Desde que acabó su relación con Ana, se había vuelto filofobio y pensaba que con ese viaje a lo inescrutable, volvería a ser el que era, eso o quizá, tal y como le habían predestinado los pocos amigos a los que se lo comentó, incluido su jefe, se quedaría para siempre en ese pueblo y no en muy buenas condiciones. Si eso pasase, seguro que lo achacarían a la perfidia de la que se suponía hacían gala los habitantes o quizá se debiese a algún germen patógeno perdido por aquellos lares que se inmiscuyese en su camino dando, de esa forma, por terminada su aventura sin ningún tipo de elogios.

  Lo primero a lo que enfrentó su vista al llegar, fue el cartel que indicaba:

 

                                    BIENVENIDOS A ZORTES

                               BUEN PUEBLO Y MEJOR GENTE

 

  No pudo evitar pensar que parecía una tomadura de pelo, pues el cartelito en cuestión, nada tenía que ver con sus informaciones.

  Lo segundo fue que el pueblo estaba constituido únicamente por una calle empedrada, cuyo nombre no dejaba lugar a dudas:

 

                                        CALLE PRINCIPAL

 

  A Roberto se le dibujó una sonrisa en su rostro, poco tenían que pensar aquellas personas para buscar nombres que definieran sus calles, pues no veía ninguna otra, solamente una hilera de casas a cada lado de ésta. Notó, más que vio, que desde las ventanas, varios pares de ojos vigilaban sus movimientos. Eso hizo que un pequeño escalofrío recorriese su espalda.

  No iba a consentir que nada ni nadie le hiciesen arrepentirse de su empeño, seguiría adelante. Demasiado tiempo había pasado envuelto en ese halo de mustiedad que le había agriado la existencia.

  Aparcó el coche delante del que le pareció el único bar del pueblo y se encaminó a él, no sin antes cerciorarse de que lo había cerrado bien, no quería más sobresaltos de los que se iban acumulando en su cerebro.

  En el momento en que traspasó la puerta, las miradas de los pocos parroquianos que allí se encontraban, se volvieron hacia él como si sus cabezas hubiesen sido presas de algún resorte y, de nuevo, sintió el mismo escalofrío de la vez anterior, pero igual que entonces, se repuso al momento y se encaminó a la barra.

Póngame una cerveza por favor pidió al cantinero con la voz más neutra que consiguió saliera de su garganta.

  Éste, sin mediar palabra, le puso delante una jarra con el líquido que había solicitado y para su complacencia, estaba verdaderamente fresca y con un sabor muy agradable. En ese momento pensó que quizá se estaba dejando llevar por las apariencias y por los comentarios que su decisión había suscitado, era muy probable que el pueblo no fuese en realidad de la forma en que su fama lo había idealizado.

  Simpáticos desde luego no le parecieron, pero no era el primer pueblo que visitaba que le mirasen molestos, no en vano, para ellos, Roberto llegaba para alterar su apacible existencia.

  La noche iba a llegar de un momento a otro y con ella la oscuridad, no tenía el menor deseo de quedarse a la intemperie, ni tampoco iba a dar su brazo a torcer volviendo a altas horas de la madrugada a su casa, dando de esa forma la razón a todos. Decidió preguntar al camarero por un lugar donde pernoctar, seguro que por la mañana y con la luz del día, sus ideas se aclararían y vería la situación con una mirada diferente.

¿Quiere pasar la noche aquí en el pueblo?

Sí, por supuesto y a ser posible más de una, quizá me quede dos o tres.

Bueno, si está decidido le prepararé una habitación. ¿Va a querer cenar?

Sí, la verdad es que me gustaría, no suelo acostarme con el estómago vacío.

  Sintió más que escuchó, los murmullos de los parroquianos al oír su decisión y resolvió hacer caso omiso de ellos. Dando media vuelta se encaminó a su coche para sacar sus pertenencias y ya con ellas, volvió al bar donde, precedido por el cantinero, se dirigieron a la habitación que le habían destinado.

¿Hay algún inconveniente en que baje a cenar dentro de 15 minutos?

No, no lo hay, puede bajar cuando le apetezca.

  Después de una cena, bastante aceptable por cierto, se fue a su habitación y se acordó de que tenía que llamar a su jefe. Sacó el móvil y se dio cuenta de que tal y como había temido, en ese lugar apartado no había cobertura, por lo que bajó de nuevo y preguntó por un teléfono.

Ahí lo tiene, pero no siempre se consigue comunicación.

  Intentó varias veces sin ningún éxito, por lo que tuvo que desistir de su decisión, por la mañana cogería el coche y buscaría un lugar donde hubiese cobertura para poder así hacer la llamada y explicarle el problema del día anterior.

  La noche la pasó en un duermevela angustioso, oía ruidos por todas partes, incluso el viento que movía las cortinas, pues había dejado la ventana abierta, le parecía que susurraba su nombre con un murmullo espeluznante.

  Era muy temprano aun cuando decidió darse una ducha y vestirse para bajar a desayunar, seguro de que, en el bar, aún no se encontraría con nadie. Para su sorpresa, estaba lleno de parroquianos, algunos de ellos eran los mismos de la noche anterior. No pudo evitar que sus piernas empezaran a temblar y sus rodillas chocaran una con otra impidiéndole bajar las escaleras con normalidad.

  Haciendo caso omiso de sus fuerzas de flaqueza, decidió enfrentarse con el tema que le había llevado hasta ese lugar recóndito, pero antes desayunaría para reponerse de la mala noche pasada.

  Mientras daba cuenta de las viandas que el cantinero le puso encima de la mesa, se paró a pensar que no había visto a ninguna mujer, aunque estaba seguro de que las había, pues se notaba la mano femenina en muchos detalles, eso hizo que su cabeza volviese a cuestionar la forma de vida en ese lugar.

  Recordó la llamada que no había realizado, pero no quería perderse detalle de lo que aconteciese en el bar aunque, por otra parte, estaba seguro de que mientras estuviese allí, permanecerían pendientes de él durante todo el tiempo. Decidió cambiar de táctica pensando que lo mejor sería salir a la calle, coger el coche y aparcarlo lejos de allí. Una vez hecho esto, volvería andando y se escondería entre la maleza para no ser visto. De esa forma, si tenía paciencia y no le descubrían, atisbaría por la ventana hasta que les viese llamar a sus mujeres.

  Seguro que entonces sacarían sus tableros y practicarían el juego de parchís que les había hecho tan famosos, pues desde hacía unos años, ninguno de los adversarios a los que se habían enfrentado les había podido ganar.

  Una vez conseguido su objetivo, volvería por donde había llegado, sin que le viesen de nuevo, montaría en su coche y les haría creer, si le preguntaban, que había estado paseando por los alrededores.

  La primicia estaría servida, pues sería el primero que sabría el secreto de su éxito y cuando volviese, pues estaba seguro de que volvería, escribiría un artículo del que su jefe estaría orgulloso y aumentaría las ventas del periódico para el que trabajaba.

  Notó un toquecito en el hombro y, al girarse, se enfrentó con uno de los parroquianos que le invitaba a sentarse a la mesa para compartir, si quería, una partida de parchís y beberse unos vinos.

  Su frustración casi fue tangible, se dio cuenta de que no existía tal misterio, simplemente era la suerte que, al parecer, siempre les acompañaba.

Julita San Frutos©    

15 comentarios:

Sabrina dijo...

Estupendo como siempre, sigues sorprendiendo cada día

Juli imagina historias dijo...

Muchas gracias por lo que me dices, espero poder seguir sorprendiéndote.
Un abrazo.
Julita

Isabel Romero dijo...

Me ha gustado leerlo de nuevo y una vez más quiero felicitarte por este relato. Enhorabuena compañera

Jose Catala dijo...

Como siempre me tienes intrigado hasta el final, que no es ni mucho menos el que podrías esperar.

Juli imagina historias dijo...

Muchas gracias Unknown, pero dime quién eres para agradecértelo aún más.

Juli imagina historias dijo...

La verdad Jose es que me alegro de tenerte intrigado pues en realidad es la idea del relato, aunque al final resulte una absurdez.
Un abrazo.

Marina dijo...

En efecto, gran intriga. Uno va leyendo, leyendo, casi sin aliento, a la espera de un desenlace espectacular, que no llega! Muy bueno. Te quedas chafado y pides más. Me gustaría saber qué sucede al final. En un próximo relato?

Juli imagina historias dijo...

No me había planteado Marina lo de un nuevo relato, pero creo que cuando Roberto volviese a la redacción sin nada que contar, la historia acabaría en ese momento.
Como le digo a Jose, se me ocurrió acabarlo de una forma un poco absurda dada la manera en que se desarrollaba el relato, pero sabes que eso me ocurre a menudo.
Un abrazo.

Marina dijo...

Es una interpretación, Julita. Por qué no? Y la ventaja de ser la autora es que las historias te pertenecen!

Juli imagina historias dijo...

En eso tienes toda la razón Marina, las historias me pertenecen pero deben de tener algún sentido para que quienes las leéis no os sintáis defraudados.
Aunque a veces penséis que se podía haber escrito de otra forma pero eso, si que es el sentido que yo quiera darle.
Como siempre, muchas gracias por tus comentarios.

Marina dijo...

No forzosamente. Los escritores, como los pintores, creáis. Y los lectores/admiradores damos el sentido que queremos a vuestras creaciones. El libro, al igual que la pintura, permite hacer uso de la imaginación.

Juli imagina historias dijo...

Vuelves a tener razón Marina y no hay nada como conseguir que nuestras neuronas funcionen y qué mejor que con la imaginación 🤭

Helen Pi dijo...

Julita, en esta ocasión me has hecho buscar en el diccionario ya que muérgamo no tenía ni idea de lo que significaba.
Para mí tiene mucho mérito que podáis utilizar todas las palabras que la profesora os da en un mismo contexto.
Cuando son tantas, resulta complicado.
De ahí, probablemente, que este texto sea un poco diferente.

Yo tampoco me esperaba el final que ha tenido. No me hubiera imaginado nunca que toda la emoción que nos has transmitido terminaría en el juego del parchís.

Pero como muy bien dice Marina, las historias te pertenecen y eres tú la que siempre marca la pauta.

Gracias como siempre y esperaremos a la siguiente.
Un besote.
Helen.

Juli imagina historias dijo...

Gracias Helen, tenéis razón en que las historias me pertenecen y muchas veces, por no decir casi todas, el final se me va ocurriendo según escribo, así que este acababa en la forma que lo hace para romper completamente con la tensión que iba generando.
Un abrazo 🤗😊

Juli imagina historias dijo...

Quería decirte también Helen, que en ocasiones no utilizo todas las palabras que nos dice, pero en esta me propuse hacerlo y no creas, no resulta fácil 🤷🙃😅