lunes, 2 de marzo de 2020

LA CARTA

Buenos días, este mes me he retrasado un poco en publicar, supongo que podréis perdonarme, para ello os dejo un relato de los que tanto me gusta escribir y espero que disfrutéis leyéndolo como yo lo hice escribiéndolo.
Julita

  Camino con la cabeza gacha por el peso de la preocupación que consigue que mi corazón bombee más sangre de lo necesario, se acumule en mi sien y la golpee como si fuese a partirse en pedazos de un momento a otro. No consigo que las piernas me respondan como deben, por lo que mi caminar resulta pesado y desvaído, tal y como correspondería a una persona a la que le hayan quitado la ilusión.
  Mi cuerpo se niega a acudir al lugar donde no tengo más remedio que estar presente hoy, es algo que no debo ni puedo eludir, aunque suponga para mí un desafío. Mientras camino, acude a mi mente el principio de esta historia, el momento en que agarré con mis manos aquella carta que iba a cambiar mi vida por completo. Así que arrastro los pies para conseguir llegar a mi destino.
  La he tenido entre mis manos tantas veces que casi he llegado a aprendérmela de memoria. Sus cinco páginas han ocupado en mi mente un lugar tan inmenso que soy incapaz de pensar en otra cosa. Intento dormir y las letras acuden en mi busca. Me levanto, incapaz de conciliar el sueño y ahí están, en mi cerebro.
  Ninguna de las explicaciones que me he dado ha servido para nada. Sé que no tengo más remedio que cruzar las calles que me separan del lugar donde, de eso estoy seguro, lograrán calmar esta congoja que me oprime. Así que sigo caminando, con mi andar desgarbado y los dedos de mi mano derecha crispados, mientras sujetan la misiva motivo de mi desesperación.

  Me debato entre la necesidad de esa visita o desandar mis pasos y volver al lugar del que he salido esta mañana, pero me doy cuenta de que he llegado a mi destino. Franqueo la puerta que se ha abierto ante mi presencia y me acerco, con voz trémula, a corroborar mi llegada.
  Entablo por fin la conversación que va a conseguir lanzarme el paracaídas que necesito. De mi boca, salen atropelladamente las palabras, en un intento de formar las frases que he ido acumulando en mi cabeza. Quizá no resulto comprensible, lo noto por la mirada interrogante de la persona situada enfrente de mí. Trato de calmarme, en un esfuerzo que me resulta casi sobrehumano y repito de nuevo las preguntas esclarecedoras. Pero para mi desilusión, las frases que escucho de sus labios, no consiguen calmar mi congoja, todo lo contrario, me hunden aún un poco más, si eso es posible, en mi propio pozo sin fondo.
  Me explica mi interlocutor, que no hay motivo para que me sienta tan excitado, que está todo muy claro, aunque yo no sepa exactamente para quién y que no se puede hacer nada más. Que puedo irme tranquilo, que no va a ocurrir nada. Que pasado un tiempo  recibiré una nueva carta y entonces, de nuevo con ella entre los dedos de mi mano, deberé volver a ese mismo lugar. Pero en ese momento los nervios me gastan una mala jugada y estallo en un llanto incontrolado, a la vez que de mi garganta escapa un grito y mi cuerpo se convulsiona. Soy consciente de que he llegado al límite de mis fuerzas y me doy cuenta de que ya nunca volveré a ser el mismo que era antes de la llegada de la carta.
  Salgo a la acera por la misma puerta que minutos antes he cruzado con un rescoldo de esperanza y me sitúo frente al local. Levanto los ojos y me fijo en el cartel situado en la parte de arriba donde, con dolor, consigo leer:

                               “AGENCIA TRIBUTARIA”

Julita San Frutos©

4 comentarios:

Helen Pi dijo...

Jajajaja...
Qué bueno!!!
Estaba totalmente convencida de que se trataba de un cáncer o similar.
Aunque yo misma me decía que no, que cinco páginas me parecían muchas.
También he llegado a pensar en una herencia. De esas complicadas en las que has de renunciar a ellas porque te suponen una ruina aceptarlas.
Pero no, no había pensado en Hacienda, y eso que "Somos Todos".
Nosotros, en casa, y por fortuna, nunca hemos recibido una de esas cartas pero sí que conozco a personas que les han notificado alguna duda y les han citado para que explicarán el motivo de su posible fraude. Y sí, es un no vivir.
Además son unos impresentables. Si te equivocas a su favor callan y se lo quedan, sea mucho o poco pero, si te equivocas en contra, prepárate, porque van a degüello.
Está claro que esto último han de hacerlo así porque con la picaresca que hay todo el mundo se equivocaría pero... duele. Ha de doler y mucho y del susto o incluso de algo peor, no te libra nadie.

Muy bien Julita, me he reído y he disfrutado y siendo lunes, eso se agradece.
Un besito.

Juli imagina historias dijo...

Gracias Helen por tu comentario, lo he escrito en plan de humor, pero como dices, no tiene ninguna gracia cuando recibes una de esas cartas, pues aún sin abrirla, ya te da un vuelco el corazón y también que Hacienda somos todos, pero ellos barren para su casa, no para las de los demás.
Me alegro de que te haya hecho disfrutar.
Un abrazo muy fuerte.
Julita

Unknown dijo...

Muy bueno. Una intriga digna de las mejores novelas de suspense y un desenlace que te arranca una gran sonrisa. Un reflejo vivo de una sociedad en la que el dinero rige las vidas de todos. Hay mucho tramposo, sí, pero también mucha gente honesta y son los honestos los que más sufren cuando se les considera tramposos hasta prueba de su inocencia!

Juli imagina historias dijo...

Si Marina, es un sufrimiento el que te entra cuando recibes ese tipo de carta, aunque seas una persona legal y no hagas trampas.Te quedas pensando en el qué has podido hacer o en qué te has equivocado. Un abrazo.