Estamos ya en septiembre, se van acabando las vacaciones y volvemos a nuestra rutina diaria, los que vuelvan, porque algunos como es mi caso, no encontramos gran diferencia entre un mes u otro. En fin, dejo aquí uno de mis relatos para que cada persona que lo lea, saque sus propias conclusiones.
Julita
Estoy sentada en la sala de espera de un
hospital. Fijo la mirada en algo redondo y rojo, no demasiado grande, que
sobresale del techo a poca distancia de donde me encuentro y, me quedo
mirando embelesada.
Me pregunto el motivo de esa atracción, pues
a simple vista, no hay nada en ese objeto que pueda fascinar a alguien.
Continúo fijándome, esta vez con más detalle;
el techo, al igual que las paredes, son de un blanco casi impoluto, únicamente
degradado por alguna que otra marca, señal inequívoca del paso de personas por
esta estancia que, lógicamente, han tenido que ser muchas y pienso que serán otras más las que continuarán pasando y dejando, como sus predecesoras,
constancia de ese hecho.
Unas filas de asientos color naranja, unidos
entre sí por barras de acero inoxidable (al menos eso es lo que me parece a
simple vista), rompen la monotonía al contrastar con el blanco restante, dado
que, hasta las puertas están fabricadas en ese mismo tono. Supongo y creo estar
en la verdad, que el motivo por el que se emplea en estos centros ese color, es
debido a lo aséptico del mismo.
El suelo, por el contrario, es de un gris
amarronado, color indescriptible, como corresponde a las baldosas de terrazo,
material, por otra parte, lo suficientemente duro para resistir el paso de los
años y del continuo trasegar de seres humanos.
Pero mi vista vuelve, una y otra vez, a
fijarse en el cilindro rojo del techo. Es como un imán al que no puedo
resistirme. Observo y observo, mientras mi mente trata de encontrar la razón de
esta obsesión.
Intento distraerme mirando a través de los
amplios ventanales; dejo el asiento en el que me encuentro y me acerco a ellos.
Abajo se puede ver el asfalto y de cuando en cuando, puestos en orden por manos
humanas, aparecen árboles que intentan dar sombra con sus escasas ramas.
Consigo que mi mente se distraiga pensando que tenían que haberlos plantado
antes, cuando el edificio aún no se había construido, de esa forma,
probablemente, sí que hubiesen podido cumplir el propósito que se esperaba de
ellos en este momento.
Vuelvo a ocupar el lugar que instantes antes
he abandonado y que no ha sido ocupado por ninguna otra persona e
instintivamente, mis ojos vuelven a fijarse en el cilindro rojo, me doy cuenta
de que soy incapaz de controlarme.
Me levanto de nuevo y me acerco a él para
observarlo con más detenimiento. Estiro el brazo con el deseo de que mis dedos
rocen, al menos, el material con el que está fabricado, pero me resulta
imposible. Imagino la posibilidad de acercar una de aquellas hileras de
asientos y encaramarme a uno de ellos, pero me enfrentaría a la perplejidad de
las personas que los ocupan al pedirles, educadamente por supuesto, que los
abandonasen para poder llevar a cabo mi propósito.
Así que, aquí me encuentro, de pie en medio
de esta sala de espera, con el brazo levantado cual estatua de la libertad
americana, sin ser totalmente consciente de que todas las miradas están fijas
en mí y de que unos celadores con sus batas blancas, se me acercan.
─ ¿Señora,
quiere acompañarnos? ─me inquieren,
mientras aferran cada uno de mis brazos con los suyos.
─
¿Dónde? ─se
me ocurre preguntar con un tono de absoluta ignorancia, mientras observo a
todos los que se encuentran a mi alrededor y me doy cuenta de que sus miradas
han cambiado, ahora se muestran afligidas, con los ojos fijos en el suelo.
Decido acompañarles sin oponer resistencia,
creo que, en caso contrario, únicamente serviría para agravar mi situación,
pero…, no puedo evitar una última mirada al cilindro rojo que asoma del techo y
que ejerce sobre mí la misma fuerza que los cantos de sirenas a los marineros.
Julita San Frutos©

10 comentarios:
Cómo me ha gustado este relato, Juli!!!
Qué emocionante!
Y qué final más abierto! Me puedo imaginar cualquier cosa, como haces tú.
Lo que espero es que esta historia sea de verdad fruto de tu imaginación y no hayas tenido que ir al hospital.
Y sí, hay ocasiones en las que algún objeto llama nuestra atención y se hace realmente difícil apartar la vista de él.
Me ha gustado especialmente la forma en que nos lo has narrado. Con tanto detalle y tan bien explicado que mientras lo leía estaba allí contigo viendo y viviendo lo que te pasaba. Mi mente también ha estado durante un ratito absorta en tu relato.
Gracias como siempre. Te ha sentado muy bien el verano. Un besito.
Helen Pi
Muy emocionante este relato. Me he quedado con ganas de una segunda parte, dónde te llevan? Lo contarás? Un beso.
Gracias Helen, no tienes que preocuparte, como es lógico es fruto de mi imaginación, pero si que es cierto que se me ocurrió un día que estaba en el Hospital de Lliria esperando que a Jose le hiciesen unas placas y también es verdad que había un objeto en el techo (siempre hay alguno) y saqué la libretita que siempre llevo y comencé con el relato que después fui dando forma.
Me gustan los finales en los que cada uno pueda pensar en su propia idea, pero no todas las veces lo consigo.
En fín, seguiré con ellos me salgan como me salgan.
Julita
Gracias Verónica y sobre todo porque te haya parecido interesante. No cuento donde me llevan para que cada cual saque sus propias conclusiones. No se si podré escribir una segunda parte, pero si no, te aseguro que cuando nos veamos te cuento cuál era la idea de un final en mi cabeza.
Un abrazo muy fuerte.
Julita
Siempre tan sutil con las palabras. ¡Un abrazo!
Gracias Enric. Nunca me había dado cuenta de que fuese sutil con las palabras, es un buen piropo.
Julita
Qué intriga, Julita ! Como a Veronica, me habría gustado saber algo más, así que me he quedado expectante. Dónde te llevarán ? Dicho ésto, es cierto que, al no haber desvelado nada del destino que te espera, dejas a tus lectores toda la Libertad de hacer uso de su imaginación, lo que implica un buen trabajo para las neuronas y da un toque de misterio interesante a tu relato. A pesar de un cierto dramatismo, puesto que no sabemos lo que te sucederá, no he podido evitar esbozar una sonrisa al imaginar la obsesión que puede provocar algo tan abstracto como un objeto rojo en un techo !!
Sí Marina, pero como dice Helen, muchas veces nos quedamos mirando algo que acaba obsesionándonos. La verdad es que pensando un poco no es difícil averiguar el final, pero creo que lo he dejado así, primero para que cada cual piense y segundo porque quizá si lo terminase decepcionaría a la mitad de los lectores, por eso mejor así. Un abrazo grande.
No me podía imaginar que mientras me estaban haciendo unas placas de la rodilla tu estuvieras escribiendo un relato, eres total un fuerte abrazo pues siempre me sorprendes ❤❤❤❤
Jose
Me alegro de sorprenderte después de 48 años juntos, siempre es agradable darse cuenta de algo así. Sí, mi imaginación, mi libretita y yo, estamos dispuestas en cualquier momento y lugar❤❤❤
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