Estamos en verano, una época para descansar y divertirse, pero espero que entre helados, cervezas, familia, playa, piscina y siestas, encontréis un ratito para leer este nuevo cuento y que me digáis vuestra opinión sobre él, yo por mi parte, y como siempre
¡espero que os guste!
Julita
Se
acababa el curso y Jaime estaba deseando que eso ocurriese.
─
¡Qué bien! ─se decía─ voy a poder hacer lo que quiera, no tendré deberes, me
iré a casa de mis abuelos y mi abuela me contará cuentos. Podré jugar y jugar y
no necesitaré madrugar, ¡voy a ser el niño más feliz del mundo!
El último día de clase, al despedirse de sus
compañeros, se dio cuenta de que había uno que estaba muy triste y que no
paraba de llorar. Se acercó a él para preguntarle qué era lo que le pasaba.
Carlos, que era como se llamaba el niño, le
contestó que le daba mucha pena separarse de todos sus amigos y pensar que iba
a estar tantos días sin poder jugar con ellos.
─ No
lo entiendo ─le dijo Jaime─ ¡si es fenomenal! Sin deberes, sin tener que
madrugar, jugando todo el día…
─
Para mí no lo es ─le contestó Carlos─ no tengo más amigos que los de aquí del
colegio, tampoco tengo ningún hermano con quien poder jugar. Mis abuelos viven
muy lejos y no puedo ir con ellos. Mis padres trabajan todo el día y no pueden
ocuparse de mí, tendrán que dejarme con alguna vecina o en algún curso, hasta
que acaben el trabajo y puedan recogerme ¡me pasaré todo el verano deseando
volver al colegio!
Jaime se quedó muy pensativo, no se le había
pasado por la cabeza que ningún niño pudiese encontrarse en esa situación.
─
¡Caray! ─exclamó sin poder contenerse─ a mí me pasaría lo mismo que a ti si me
encontrase tan solo. Tengo una hermana con la que me peleo mucho, pero cuando
no está deseo que vuelva para jugar con ella. También tengo a mis abuelos, con
los que me lo paso muy bien y mis padres se arreglan el trabajo para que
nosotros no estemos nunca solos.
─
¡No sabes la suerte que tienes!
─
Hasta ahora no me había dado cuenta, pensaba que todos los niños eran como yo,
pero veo que no es así.
Jaime se fue a su casa sin poder quitarse de
la cabeza las palabras de Carlos. Cuando llegó, sus abuelos le estaban
esperando con su hermana. Los abrazó a todos consciente de lo afortunado que
era.
Pasó toda la noche tratando de encontrar una
solución al problema de su amigo ¡le daba mucha pena su situación!
Por la mañana, su madre no pudo evitar
preguntarle que le pasaba, pues tenía los ojos rojos de no dormir.
Jaime le explicó la situación de Carlos. Pero
ella tampoco se sentía capaz de solucionarlo. Intentaron hablar con su padre,
que no prestó demasiada atención pues se le hacía tarde para llegar al trabajo.
La única capaz de decir algo fue María, la hermana de Jaime, que había
permanecido callada pero muy atenta a toda la conversación, mientras tomaba su
vaso de leche:
─ Y
¿por qué no se viene aquí? ─dijo con toda su inocencia.
La miraron; primero con extrañeza, después
con asombro y por fin con un poco de interés:
─
Verás María ─le dijo su madre─ vosotros sois dos y cuando vuestro padre y yo
trabajamos, son los abuelos los que tienen que ocuparse de cuidaros y no sé si
ellos estarían dispuestos a cuidar de uno más. Tampoco os portáis demasiado
bien, así que tendríais que cambiar vuestra actitud.
─
¡Yo me porto bien! ─dijo María─ ¡es Jaime el que se porta mal!
─
¡Yo…! ─empezó a decir Jaime, pero su madre no le dejó terminar.
─ No
sé cuál de los dos se porta peor, pero lo que está claro es que dais demasiado
trabajo y en esas condiciones no podemos dejar que venga vuestro amigo a
complicar más las cosas.
María y Jaime se miraron de la forma en que
solo saben hacer los hermanos y a partir de ese momento cambiaron completamente
de actitud, no es que no se peleasen y chillasen de vez en cuando, pero en
cuanto se acordaban de su promesa silenciosa, paraban enseguida.
Eso
sí, a la hora de la cena, que era cuando estaban reunidos todos, enseguida
sacaban el tema de su amigo.
─
Como nos portamos bien, ¿podemos decirle a Carlos que venga a jugar con
nosotros?
Al cuarto día, sus padres pensaron que iban a
probar a ver si de verdad y dejando que Carlos estuviese con ellos, seguirían
portándose como lo estaban haciendo. Se informaron de la dirección donde vivía
el niño y fueron a hablar con sus padres.
Éstos, al principio, se quedaron muy
extrañados, pero cuando los padres de Jaime y María les explicaron la
situación, se pusieron tan contentos que no supieron cómo darles las gracias.
Los padres de Jaime y María se preguntaron
cómo no se les había ocurrido a ellos esa solución y como no la habían llevado
a cabo antes, aunque pensaron que quizá si hubiese sido así, sus hijos no se
portarían como lo estaban haciendo.
Al día siguiente, antes de irse a trabajar,
la madre de Carlos le llevó a casa de sus amigos. Era un niño muy bueno, pues
desde que nació tuvo que acoplarse a todas las situaciones de su familia, así
que tanto los padres como los abuelos de Jaime y María, estaban encantados con
él y sobre todo, lo que más les ganó el corazón, fue la generosidad que
mostraron sus hijos al querer compartir con otro niño todo el cariño y las
comodidades de que disfrutaban.
Julita San Frutos©

8 comentarios:
Tristemente hay muchos niños en la misma situación que Carlos hoy en día, debido al ritmo de trabajo de la sociedad actual y no todos tienen la suerte que ha tenido Carlos en este cuento.
Muy interesante y bonito
Muchas gracias por tu comentario y me encanta que te haya gustado, supongo que intento remover conciencias a través de los niños.
A mí también no sólo me ha gustado, sino que me ha emocionado. Y considero que, gracias a sus cuentos, Juli hace un gran trabajo para que los pequeños aprendan a ver lo que sucede a su alrededor. Bravo.
Gracias por tu comentario, cuando me decís cosas así pienso que debo de seguir escribiendo para vosotros.
Desde luego que sí. Hay que seguir para que tan sabias enseñanzas ahonden en la mente de niños y adultos.
Gracias de nuevo por tus ánimos. Un abrazo.
Muy bien, Julita :) veo que en verano sigues con tus cuentos. ¡¡Imparable!!
Un abrazo,
Carmen
Gracias Carmen, es verdad, sigo aún en verano porque mis cuentos es una de las cosas de las que me siento orgullosa. Un abrazo.
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