martes, 28 de febrero de 2017

Gwon, el niño de Africa


El cuento de hoy es muy importante para mí, pues me dió la pauta para continuar la línea que sigo ahora.
Espero que disfrutéis al leerlo como lo hice yo al escribirlo.
Julita



 Ahora que estás aquí mirándome con tanta atención, te voy a contar la historia de Gwon, pero tendrás que decirme al final, porque te lo preguntaré, si te ha gustado o no.
  Gwon era un niño que vivía en África, en un pueblo del que por más que lo intento, no consigo acordarme el nombre y es que en África los nombres de los pueblos son un poco raros y como esta historia únicamente la he oído una vez, por mucha atención que puse, no conseguí que se me quedase grabado en la cabeza. Seguramente si hubieses sido tú quién la escuchase, ahora no tendríamos este problema, porque tu mente es mucho más ágil que la mía...



  Este pueblo tenía un acuerdo con España; «Sus niños, los que mejor se portaban y estudiaban mucho, podían venir a pasar los días de verano con una familia de un pueblo o de una ciudad de este país, para disfrutar de nuestras comodidades y adelantos. Después y una vez pasados esos días, los niños volvían a sus casas para pasar el resto del año con sus familias y soñar con la posibilidad de que a la vez siguiente les volviese a tocar ese viaje maravilloso»
  Gwon iba todos los días al colegio, eso era algo que le gustaba muchísimo, quería aprender y aprender y así cuando fuese mayor, podría ayudar a todas las familias de su pueblo y además procuraba obedecer y hacer las cosas bien, estaba seguro de que así, en algún momento iba a poder disfrutar del ansiado viaje a España.
  Tienes que saber que su colegio no se parecía en nada al tuyo, el de Gwon estaba al aire libre, cuatro troncos de árbol sujetaban un tejado de paja para protegerles del  sol y de la lluvia, aunque esta última rara vez se dejaba caer por el pueblo.
  Los niños se sentaban en el suelo y escuchaban a su maestro con mucha atención.
  Tenían libretas y lápices donde poder escribir y dibujar, pero sobre todo y lo más importante para ellos era: ¡una pizarra! La pizarra les gustaba mucho porque en ella veían como el maestro escribía las letras  y les resultaba más fácil copiarlas.
  Ese año, ¡por fin! Gwon tuvo la suerte de ser uno de los que iban a viajar (desde luego se había portado muy bien), así que cuando su padre se lo dijo, empezó a bailar y saltar de tal forma, que puso en peligro la estabilidad de su casita de adobe con tejado de paja.
  Esas casas suelen ser muy duraderas, porque en la mayoría de las regiones de África (cómo he dicho antes) no llueve mucho que es lo que más las estropea, pero claro, no están pensadas para unas demostraciones de alegría como las que estaba haciendo Gwon. Así que sus padres tuvieron que invitarle a que saliese fuera para continuar.
  Una vez acabaron las clases para dar paso a las vacaciones de verano, Gwon con todos sus amigos del pueblo que habían tenido la misma suerte que él, se subieron a un autobús que les llevó a una gran ciudad.
  Nunca antes la habían visto y les pareció inmensa. Les llevaron al aeropuerto y una vez allí  se sentaron en un avión que les puso rumbo a España y a la ilusión.
  A Gwon se le iban poniendo los ojos como platos, intentaba retener en su retina todo lo que estaba viendo, le parecía imposible ser protagonista de toda aquella aventura.  
  Por fin aterrizaron en España en una gran ciudad llamada*…………
 * «Aquí los nombres de las ciudades y de los pueblos son más fáciles que en África, pero necesito contar con tu ayuda para que esta historia podamos compartirla, así que dime: ¿A qué ciudad te gustaría que hubiese llegado Gwon?»
  Cuando por fin pudieron descender del avión en el aeropuerto de*………… subieron de nuevo a un autobús, pero éste no se parecía en nada al que les había trasladado de su pueblo a la ciudad, ¡era mucho más bonito!  
  El autobús les trasladó al lugar que era el fin de su viaje. ¡Les había tocado un pueblo precioso que se llamaba*………….!
* « De nuevo necesito de tu ayuda: ¿A qué pueblo querrías que hubiese llevado el autobús a Gwon?»
   En*………… les esperaban muchas familias, una por cada niño que viajaba en el autobús ¡sería con ellos con los que pasarían los días de verano!
  Cuando a Gwon le presentaron a la suya, le pareció maravillosa, además tenían una niña de su misma edad, así que la diversión estaba asegurada.
  Llegaron a la casa en la que vivía su familia y la niña, que se llamaba*…………  
« ¿Cómo te gustaría que se llamase la niña de la familia con la que iba a vivir Gwon? »  
  Pues *………… fue la encargada de enseñársela y también de acompañarle a la que sería su habitación durante el tiempo que viviese allí.
  Hubo un momento en que Gwon llegó a pensar que los ojos se le iban a salir de sus órbitas, pues casi no le quedaba espacio para guardar todo lo que estaba viendo.
  La mamá de*………….. les llamó para cenar. A Gwon le pareció muy extraño cuando le explicaron que era la última comida del día antes de irse a dormir. Él únicamente comía una vez y en el viaje ya le habían dado su ración, pero recordó que tanto su padre como su maestro le habían dicho que las costumbres en España eran muy diferentes a las de su pueblo y que tenía que hacer lo que hiciesen los demás. Así que acompañó a *………… al cuarto de baño para lavarse las manos.
  No le extrañó que saliese agua por un sitio que llamaban grifo, en el aeropuerto ya les habían explicado a todos los niños que esos grifos los encontrarían por todas partes y que tenían que acostumbrarse. En su pueblo no existían, ni siquiera tenían una fuente, les tocaba ir muy lejos a por agua, tanto, que únicamente cogían la necesaria para beber.
  Se lavaban el cuerpo con arena, aunque a veces iban al río, pero éste aún estaba más lejos que la fuente, así que cuando se desplazaban era para varios días. Cuando llegaban se metían todos en el agua y jugaban sin parar, les gustaba mucho, pero siempre se acababa y tenían que volver a casa.
  Lo que le extrañó a Gwon fue que*………….. abriese el grifo, dejase correr el agua mientras se enjabonaba las manos, se las frotaba y por fin las ponía debajo para quitarse la espuma que se le había formado. Mientras hacía todo eso, el agua corría del grifo al agujero que había abajo y desaparecía. Se preguntó donde iría y si serviría para algo o a alguien a partir de ahí, pero una vocecita en su interior le decía que no, que era muy posible que se perdiese.
  No conseguía entenderlo, ellos en su río utilizaban el agua, pero dejaban que siguiese su curso para llegar a otras personas que la usarían igual que ellos y la dejarían correr. En la fuente únicamente cogían la que iban a usar y enseguida dejaban la bomba parada hasta que llegaba otra persona que la necesitaba.
  Fue*………… la que le preguntó que le pasaba, pues le extrañó mucho la cara que ponía mirándola, así que Gwon le contestó:
  ─ Es que en mi pueblo no tenemos agua y nos toca desplazarnos muchos kilómetros para ir a por ella, por eso únicamente la usamos para beber, nos lavamos con arena y a veces, aunque pocas, vamos al río, pero está aún más lejos que la fuente y tardamos mucho en llegar. Así que al ver como dejas que se pierda, me he dado cuenta de la razón por la que nosotros no tenemos; y es que si todos hacéis lo mismo, nunca puede llegarnos ¡he visto en el mapa que estamos por debajo!
 *……….. le miró y se dio cuenta de que tenía razón, había sido una insensata y no sólo ella no, también sus amigos, España entera, incluso Europa.
  ¡África estaba más abajo, era imposible que les llegase agua si ellos la gastaban toda!
  A la mañana siguiente se fueron a hablar con todos los amigos de*………… para explicarles la situación y convencerles de que no malgastasen el agua y no únicamente ellos, no, tenían que convencer a sus padres y a los amigos de sus padres, en fin, a todos los que pudiesen.
  Pasaron los días de verano y Gwon tuvo que volver a su pueblo con su familia, así que se despidió de todos los amigos que había conseguido aquí en España y subió al autobús junto a sus compañeros.
  Volvió a viajar a la inversa de cuando vino, pero esta vez no se maravilló de la misma forma, pues ya se había acostumbrado.
  Cuando llegó a su pueblo tuvo una sorpresa enorme al ver en mitad de la plaza una fuente con su bomba. Ya no tenían que caminar para ir a por el agua.
  Gwon estaba seguro de que había sido gracias a sus amigos y pensó que tenía que agradecérselo. No sabía como hacerlo, pues aunque en su pueblo habían conseguido tener una fuente, lo que no tenían era teléfono.
 Habló con su maestro para que le ayudase a escribir una carta y no sólo la escribieron, no, sino que también le acompañó a la ciudad para que la mandase por correo.
  En la carta le daba las gracias a su amiga*…………. por su ayuda y le explicaba la alegría de todo su pueblo y el agradecimiento que le dispensaban.
  *………… con el papel en el bolsillo fue en busca de sus amigos para enseñárselo y todos juntos decidieron que iban a seguir luchando para conseguir que Gwon tuviese un grifo en su casa igual que tenían ellos.
  Empezaron una gran campaña, fueron de casa en casa hablando con toda la gente que les escuchaba. Montaron tal alboroto, que sus esfuerzos llegaron a oídos del alcalde. Éste les pidió, por medio de sus ayudantes, que fuesen a hablar con él y allí se dirigieron todos. Una vez en su presencia le explicaron los motivos de su petición y le enseñaron la carta que Gwon había mandado. Estaba un poco manoseada pero se distinguían muy bien sus palabras.
  El alcalde quedó conquistado por los niños y por su labor y les prometió que les ayudaría en su campaña.
   Así fue, habló con otros alcaldes, con ministros, con amigos, en fin con todos los que pudo y éstos a su vez con otros y se extendió la voz de tal manera que corrió por toda España, de ahí pasó al resto de Europa, llegó a Asia, cruzó el mar y recorrió America y de allí a Oceanía.
 Pasó el tiempo y llegó el día en que en cada casa del pueblo de Gwon (del que no me acuerdo el nombre) hubo un grifo y de cada grifo salió agua y en algún lugar nació una frase que ha llegado hasta ahora:

“El poder de los niños es tan grande, que puede conseguir lo imposible”

« Bien, ahora que se ha acabado, tienes que decirme si te ha gustado o no y también el por qué, quizá de ese modo los mayores, consigamos volver a ser niños»
        Julita San Frutos©

2 comentarios:

Rebekatalart dijo...

Es bonito estar en los demás y unirse para ser todos uno. Pensando como niñ@s conseguimos más intensidad, más pasión, cosas más verdaderas. No deberíamos perder nuestr@ niñ@.

Juli imagina historias dijo...

No, no deberíamos perder nuestro niñ@, pero no es fácil conseguirlo.