Hoy 1 de agosto de 2025, traigo hasta estas páginas un relato que, como otros muchos de los que llevo publicados en este blog, nació de una palabra "chirridos" que, nuestra profesora del Taller de Escritura Creativa, sugirió para que desarrollásemos.
Bien, a mí se me ocurrió el que podéis leer a continuación y el que, como todos los demás, quedará aquí para el futuro.
Un saludo.
Julita
En el silencio de la noche, mientras mis párpados pugnan por mantenerse cerrados para, de esa forma, atraer el sueño que se me escapa entre los entresijos del pensamiento, un chirrido viene a romper la calma que se respira a mi alrededor.
Sobresaltada agudizo mi oído y me mantengo a la espera de que el extraño sonido vuelva a repetirse.
Pero no lo hace, así que decido sosegarme y entregarme de nuevo a la faena que he dejado inconclusa, la de atraer el sueño para que mi cuerpo y mi mente se relajen por fin después del día que me tocó vivir ayer.
Con la cabeza descansando sobre la almohada me pongo a ello con todo mi ahínco, aunque sin demasiado éxito.
Un nuevo chirrido se deja oír y, en ese momento, ya me siento incapaz de permanecer acostada más tiempo, así que decido incorporarme y, calzándome las zapatillas a la vez que me abrigo con el batín que se encuentra a los pies de la cama, donde por cierto acostumbro a dejarlo antes de acostarme, decido inspeccionar la casa para averiguar el motivo de ese molesto sonido.
Pienso, en un acto de lucidez, que no debo encender las luces para no ahuyentar lo que quiera que sea el causante y que, en mi imaginación, va tomando ya diferentes formas. Como mi móvil se encuentra siempre encima de la mesita que ocupa su lugar a la derecha de mi lecho, ya que me gusta tenerlo a mano mientras duermo, lo cojo y le enciendo la linterna.
Así pertrechada emprendo un examen minucioso cuando, sin previo aviso, un nuevo chirrido se deja oír.
Ahora ya mis nervios se encuentran a “flor de piel” y empiezo a echar de menos la compañía de alguien con quien compartir mi miedo, pero hago de “tripas corazón” y continúo.
Me voy convenciendo a mi misma de que no puede ser algo o alguien monstruoso porque el sonido no me lo representa, pero aún así, al acercarme a la cocina, cojo sigilosamente el cuchillo de trinchar la carne por si me hiciese falta.
No veo nada fuera de lugar, las puertas y ventanas se encuentran tal y como las dejé antes de irme a la cama, pero el chirrido se repite y, en esta ocasión, por encima de mi cabeza.
Dirijo el haz de luz hacia el lugar de donde me ha parecido que proviene el sonido y… ahí está, negro como el azabache y mirándome fijamente con esos ojos escrutadores y amenazantes. Asustada, retrocedo tan bruscamente, que acabo dando con mi espalda en la pared que tengo detrás de mí, mientras emito un exabrupto difícil de calificar.
Pienso que no debo amilanarme porque no es más que un pájaro, pero aun así y casi temblando, le pido perdón por haberle dejado encerrado anoche sin darme cuenta. Así que me acerco a la ventana, la abro y le invito a salir, cosa que el cuervo hace inmediatamente, pero no sin antes volver a chirriar hastiado por mi falta de consideración, con ese graznido que ellos saben emitir tan bien y que resulta tan poco agradable para nuestros oídos.
Cierro la ventana con rabia y me dejo caer en el sillón totalmente desvelada, a la vez que me digo que tendré que tener mas cuidado la próxima vez porque, a pesar de que me gusta mucho vivir en el campo, ciertas visitas no consigo que me resulten agradables.
Julita San Frutos©

2 comentarios:
Muy interesante este relato y perfectamente realista. Pobre cuervo, encerrado en una casa! Es verdad que esas aves son curiosas y no es de extrañar que se "cuelen" buscando comida. Tampoco lo es que un humano no entienda inmediatamente su lenguaje! Final feliz para el cuervo y un poco menos para el humano que ha tenido que renunciar a su descanso nocturno.
Tienes razón Marina, el cuervo entró a por comida o simplemente a echar un vistazo. Suponemos que el humano después seguiría con su descanso nocturno y si no fue así, ya no podemos hacer nada 😁🤭
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