Uno de agosto de 2024, llevamos unos días con un calor impresionante, pero es lo que hay y no nos queda otra que soportarlo, yo, como no podía ser de otra manera, hoy publico un relato de esos que se me ocurren en algún momento en que me encuentro ociosa.
Se titula, como he puesto, MANOREANDO y lo que intenté hacer fue que en un pequeño escrito apareciese la palabra mano todas las veces que me fuese posible y este es el resultado.
Que paséis un buen mes, de vacaciones para muchos.
Julita
Alargué mi mano para agarrar la que me ofrecía aquel perro que me miraba fijamente con una cara de súplica difícil de ignorar, sin darme cuenta de que a mano derecha de él se encontraba su dueño, al que no parecía hacerle gracia mi intromisión.
Disimulando se la solté y acerqué la mía a los ojos para darme cuenta de que en ese momento la manecilla de mi reloj marcaba casi las doce de la tarde, por lo que, dándoles la espalda, me dirigí a mano izquierda para apresurarme a llegar a mi casa, ya que por esa parte el camino es más corto, donde me esperaba un gran bote de pintura con el que tenía que dar la última mano a las paredes del comedor.
Sabía que, si me apresuraba, tendría tiempo de preparar a continuación en el mortero y con la ayuda de la mano del almirez, la salsa que mi madre quería utilizar para la comida. Ella, mi madre, siempre me decía que tenía muy buena mano para la cocina, pero yo no conseguía pasar de pequeños guisos sin demasiadas complicaciones. La mayoría de las veces acababa teniendo que echarme una mano para acabar lo que había comenzado con tanto entusiasmo.
Al doblar una esquina me tropecé con una mano ingente de personas que se habían congregado para limpiar las calles del pueblo, ya que debían de quedar impolutas para los próximos juegos florales.

