jueves, 5 de diciembre de 2024

UN FENOMENO NATURAL

 Buenos días, estamos ya a 5 de diciembre, este mes me he retrasado un poco en publicar, pero es que a una se le arrejuntan los quehaceres y no doy abasto.

En fin, el relato de hoy, como tantos otros, vio la luz por una palabra que propuso mi profesora de Escritura Creativa "calima" y fue lo que se me ocurrió.

Aprovecho, puesto que ya no me asomaré a estas páginas hasta comenzado el nuevo año 2025, para desearos una feliz Nochebuena, Navidad, Fin de Año y Primero de Año.

Un abrazo.

Julita

 
 
   Ese día, como tantos otros, bajé a la playa y sobre la arena extendí la toalla. Me quité el vestido y doblándolo con cuidado para evitar que al volver a casa estuviese muy arrugado, lo puse dentro de la bolsa que había llevado conmigo y que contenía los objetos personales imprescindibles para la operación que iba a llevar a cabo, colocándola a continuación encima de la toalla para que hiciese las veces de almohada.

  Si hay algo con lo que disfruto de una manera especial es cuando me encuentro tumbada en la playa y me dejo llevar por el sonido del mar; las olas rompiendo contra la arenisca y arrastrando los pequeños guijarros que contiene con su “sssshhhh” característico. Entonces suelo sumirme en un profundo sueño que me ayuda a olvidarme de todo lo que me rodea y consigue que me despierte completamente relajada. Para terminar mi ritual, me sumerjo en el agua donde doy unas cuantas brazadas que me dejan totalmente predispuesta a enfrentarme a lo que se me presente.

  Pero en esa ocasión mis ojos, al despertar, se toparon con la mirada inquisitiva de dos niños y pude escuchar una voz que dirigiéndose a ellos les decía:

—¡Ya está bien! ¡Venid aquí! ¡No molestéis a la señora!

—¡Es que está muy rara!

  Al parecer, la señora de la que hablaban era yo, pues los niños, haciendo caso omiso de la llamada de la que supuse debía ser su madre, continuaron mirándome de la misma forma.

  Al incorporarme, algo cayó sobre la toalla. Miré mis manos y eran de un color ocre anaranjado como nunca las había visto. Me asusté tanto que de un salto me puse en pie consiguiendo con ello no solamente asustar a los niños, sino que la toalla se cubriese por completo de aquel extraño polvo.

domingo, 3 de noviembre de 2024

EUPATÍA (Tener buenos sentimientos)

 Buenos días a todxs, hoy es 3 de noviembre y me he retrasado en la publicación, pero no me sentía con ánimo de hacerlo dado la situación que estamos viviendo, pero, siguiendo los consejos de unas grandes amigas, he decidido buscar entre mis escritos para dar con algo que representase un poco de esperanza dentro del caos.

He encontrado este pequeño relato que en realidad no es tal, sino una especie de pensamiento o historia o reflexión que escribí utilizando una de las palabras que barajamos en nuestro Taller de Escritura Creativa.

Me di cuenta del árbol en uno de nuestros paseos diarios, tenía alrededor de su tronco una cuerda de esas gordas de plástico que utilizan para atarles a algún palo cuando son jóvenes, pero que alguien en su día soltó esa estaca y no fue consciente de que la soga se quedaba alrededor de él.

Había ido creciendo y el cordel se le incrustaba, por lo que, además de causarle un gran corte, no le dejaba desarrollarse por completo.

Fuimos a casa a por un cuchillo y la cortamos, en ese momento creí sentir un suspiro de alivio que le emanaba de lo más profundo y al día siguiente, cuando volvimos, de la herida habían surgido lo que yo estoy segura eran lágrimas.

La última foto es de un tiempo después cuando se iba recuperando.

En fin, os dejo la historia para que podáis juzgarla.

Julita 

Lágrimas de savia y dolor brotaron de tu herida abierta. Lloraste cuando te solté del yugo que te atenazaba. Esa cuerda que no dejaba que pudieses mostrarte en tu plenitud.

No pude evitar preguntarme cuánto tiempo debiste de soportar ese tormento. ¿Qué mano fue la que te lo causó?

Entonces me abracé a ti y, al comprobar tu lamento, mis sollozos se unieron a los tuyos. Fueron lágrimas de agua e impotencia y lloré contigo y por ti.

Pero ahora, cuando el tiempo pasa y tu herida poco a poco pierde intensidad, veo como reverdecen tus hojas, como tu tronco se afianza demostrando al mundo el valor de la eupatía y yo, dentro de mí, sentiré el orgullo de haber contribuido a que te muestres como el árbol más bonito que nadie hubiese podido imaginar.

Julita San Frutos©

martes, 1 de octubre de 2024

CARTA DE IGNACIO A ELOISA

 Pasan los días, pasan los meses... pasa el tiempo más aprisa de lo que desearíamos porque ya nos encontramos a 1 de octubre de este año 2024.

Bien, hoy publico una carta que presenté el año pasado al concurso en el que me premiaron: "Carta de amor de Ginebra" y que ya publiqué en este blog en su día. Esta carta, la de hoy, se titula "Carta de Ignacio a Eloisa" y espero, como siempre, que os entretenga un ratito.

Julita

Mi querida Eloisa:

Estoy en este momento sentado ante mi escritorio con varias hojas de papel inmaculado delante, para tratar de encontrar la forma en que poder expresarte lo que significas para mí, pero me doy cuenta de que a mi mente no acuden las palabras que necesito para poder definirlo.

Cuando tu mirada se cruzó con la mía, aquel día que tantas veces he bendecido, fue como volver a existir. Sabes, porque te lo he dicho en diversas ocasiones, que me encontraba en un momento difícil, pensaba que mi vida no tenía sentido, pero tu límpido mirar borró al instante todas mis oscuras inclinaciones y supe, en ese momento, que no iba a permitir que nada ni nadie te apartara de mi lado.

Todos estos años junto a ti ha sido lo más maravilloso que yo, pobre humano, hubiese esperado merecer. Adoro besar tus labios cuando te diriges a mi esbozando tu dulce sonrisa. El verde de tus ojos rivaliza con el del mar y con el aire limpio de la montaña y, al mirarte, tengo la sensación de ser capaz de volar.

¿Y de tus manos? Qué podría yo decir de tus manos si cuando me acarician es como si sintiera la suavidad y la liviandad de una pluma. Todo tu ser, Eloisa, es para mí como una poesía en movimiento de la que no quisiera escuchar el final.

sábado, 31 de agosto de 2024

LA FELICIDAD

 1 de septiembre de 2024. El relato que publico hoy es uno de los que se me ocurren en un momento dado, cuando no tengo nada que hacer, o cuando estoy haciendo algo que no necesita toda mi atención, así que no tengo excusa si no os parece muy interesante.

En fin, un saludo de casi finales de verano, aunque el calor nos diga lo contrario.

Julita

  Aferré con mi mano derecha el pomo de aquella puerta, haciendo caso omiso de los temblores que se habían apoderado de mis dedos. Debía traspasarla, pues estaba seguro de que en la habitación que custodiaba encontraría la solución a todas las preguntas que había estado formulándome. ¿Sería posible que a partir de ese momento pudiese darle forma a mi futuro? Eso era algo que bullía en mi cerebro y por lo que estaba ahora ahí, tratando de vencer mis miedos.

  Mi corazón palpitaba con fuerza consiguiendo con ello que no escuchase otro sonido que sus latidos. La puerta cedió y busqué a tientas el interruptor, pues la oscuridad era absoluta. La luz se extendió por cada uno de los rincones y ante mis ojos aparecieron los libros que mi abuelo había conseguido reunir. Admirado por aquella visión que desde niño no había vuelto a ver, me pregunté cómo había podido estar tan ciego, cómo era posible que hubiese tenido que ocurrir su muerte para adentrarme en su biblioteca a la que tantas veces él me había invitado sin éxito.

  En ese momento decidí que los leería todos y así, empapándome de lo que contienen, le daré el gusto que fui incapaz de darle en vida y desde el más allá sé que me mirará con cariño y sin reproches porque él estaba seguro de que esa es la manera en que conseguiré volver a ser feliz.

  Fue entonces cuando recordé sus sabias palabras:

 En los libros es el mejor lugar donde se puede encontrar la felicidad

 

Julita San frutos©

 

miércoles, 31 de julio de 2024

MANOREANDO

 Uno de agosto de 2024, llevamos unos días con un calor impresionante, pero es lo que hay y no nos queda otra que soportarlo, yo, como no podía ser de otra manera, hoy publico un relato de esos que se me ocurren en algún momento en que me encuentro ociosa.

Se titula, como he puesto, MANOREANDO y lo que intenté hacer fue que en un pequeño escrito apareciese la palabra mano todas las veces que me fuese posible y este es el resultado.

Que paséis un buen mes, de vacaciones para muchos.

Julita

  Alargué mi mano para agarrar la que me ofrecía aquel perro que me miraba fijamente con una cara de súplica difícil de ignorar, sin darme cuenta de que a mano derecha de él se encontraba su dueño, al que no parecía hacerle gracia mi intromisión.

  Disimulando se la solté y acerqué la mía a los ojos para darme cuenta de que en ese momento la manecilla de mi reloj marcaba casi las doce de la tarde, por lo que, dándoles la espalda, me dirigí a mano izquierda para apresurarme a llegar a mi casa, ya que por esa parte el camino es más corto, donde me esperaba un gran bote de pintura con el que tenía que dar la última mano a las paredes del comedor.

  Sabía que, si me apresuraba, tendría tiempo de preparar a continuación en el mortero y con la ayuda de la mano del almirez, la salsa que mi madre quería utilizar para la comida. Ella, mi madre, siempre me decía que tenía muy buena mano para la cocina, pero yo no conseguía pasar de pequeños guisos sin demasiadas complicaciones. La mayoría de las veces acababa teniendo que echarme una mano para acabar lo que había comenzado con tanto entusiasmo.

  Al doblar una esquina me tropecé con una mano ingente de personas que se habían congregado para limpiar las calles del pueblo, ya que debían de quedar impolutas para los próximos juegos florales.

lunes, 1 de julio de 2024

ABRACADABRANTE

 Buenos días, nos encontramos ya a 1 de julio de 2024 y hoy, primer lunes de mes, publico un relato que, como en otras ocasiones, nació por una palabra que propuso nuestra profesora de Escritura Creativa. Supongo que os entretendrá un ratito mientras lo leéis, así que aquí os lo dejo.

Julita

  Ahí estaba yo, en la primera fila de aquel teatro al que había acudido acompañada de mis amigas. Debido a mi condición de sorda siempre me animan a situarme lo más cerca posible del escenario para, de esa forma, intentar no perderme detalle.

  Pues bien, como he dicho, ahí estaba yo pendiente de todo lo que sucedía enfrente de mí cuando el mago que estaba actuando se me dirigió haciéndome elegir una carta de la baraja que sujetaba en su mano derecha.

  Al devolvérsela la colocó entre las demás y pronunció con mucho énfasis la palabra “abracadabra”, muy utilizada en estos espectáculos. Al parecer la idea era que apareciese la carta que yo había elegido destacándose de las otras, pero en ese momento el telón se desprendió y cayó con gran estrépito, llevándose en su caída varios de los atrezos que conformaban la decoración del escenario.

  El mago quedó sepultado por todo el amasijo de telas que le cayeron encima y faltó poco para que nos ocurriese lo mismo a los de la primera fila. Acudieron raudos los tramoyistas para arreglar el desaguisado y en ese mismo momento la figura del mago emergió triunfante.

  Conservaba en sus manos la baraja tal y como minutos antes la había dispuesto. De entre las cartas asomaba la que yo había elegido. Con toda la dignidad de que fue capaz se dirigió al público en estos términos:

—Estarán conmigo en que este espectáculo ha sido “abracadabrante”.

  Los aplausos, sin hacerse esperar, atronaron en el patio de butacas.

Julita San Frutos©