Buenos días, hoy 1 de marzo de 2023 aprovechando que vamos a dar comienzo a la semana de la mujer he optado por publicar un relato que tiene mucho que ver con la igualdad entre hombres y mujeres.
Espero, como siempre, que disfrutéis leyéndolo.
Julita
Tendida en el suelo, con el dolor de todos mis músculos ateridos recorriendo mi cuerpo y con el sudor surgiendo de cada uno de mis poros cubriéndome la piel, trato de borrar de mi mente la angustia que me atenaza. Aunque, no por ello, dejo de ser capaz de darme cuenta de que puedo evitar la dureza que ayudaría a que mi padecimiento fuese más intenso, gracias a la esterilla de caucho natural que mantiene mi cuerpo separado de las losetas.
No tuve más remedio que ser totalmente consciente de que con mi frustración, estaba arruinando no únicamente mi vida, que por otra parte me parecía que no tenía sentido, sino la de mi familia, pues no era capaz, al llegar a casa, de evitar enzarzarme en una gran discusión por la más mínima causa.
Tantos estudios perdidos, tanta preparación tirada a la basura como quien tira un papel arrugado. Tanto dinero gastado inútilmente. Tantas promesas incumplidas, tanta angustia, tanta sinrazón…
Hace 10 años que trabajo en la misma empresa. Me eligieron por mi capacidad, por mi saber hacer, por mi empatía… al menos eso fue lo que me dijeron, pero veo con desesperación que por más que me esfuerzo, no avanzo en mi puesto de trabajo.
Cada vez que pido una entrevista con mi jefe superior, me asegura que mis aptitudes son óptimas y que soy la persona idónea para poder asumir un puesto de trabajo superior y que me tendrán en cuenta en el momento que surja.
Pero por delante de mí pasan hombres que han entrado después que yo, que no me superan en cualidades, pero que por el simple hecho de serlo, optan al lugar que en realidad debía de corresponderme a mí.
Por esa razón tomé la determinación de apuntarme al gimnasio y cada día, cuando acabo mi jornada laboral, vengo aquí para ahogar mi fracaso. Le exijo tanto a mi cuerpo que en ocasiones el entrenador tiene que acercarse y pedirme que descanse, que pare con los ejercicios pues voy a acabar lastimada. Pero no puedo hacerlo, necesito descargar la rabia que me corroe, como una mala enfermedad, las entrañas.
Me resisto a dar la razón a mis padres cuando me dicen que me conforme con el trabajo que tengo, que cobro suficiente para ser mujer y, ese comentario, que intenta levantarme el ánimo, adquiere en mi cerebro la fuerza de hacerme bullir la sangre y con la cara arrebolada me enfrento a ellos asustándoles, hasta darles miedo y hacerles reflexionar en qué se ha convertido su hija.
Para su forma de pensar, es normal mi situación, siempre ha sido así, el hombre ha tenido supremacía sobre la mujer y eso, dicen, no va a cambiar. Es entonces cuando no puedo reprimir las lágrimas y dando un portazo, salgo a la calle para que el aire me refresque.
Ahora me siento sobre mi estera desgastada por el uso y sosteniendo la cabeza entre las manos me digo que no puedo continuar así, que no merece la pena malgastar mi existencia con unas personas que no saben valorarme. Decido que me voy a duchar, dejaré que el agua caiga por mi cuerpo reconfortándose y, ya serena, me secaré, vestiré y saldré a la calle. Compraré el periódico que más anuncios contenga, estoy segura de que en alguna parte tiene que existir el empresario que sepa valorarme en lo que merezco, sin tener en cuenta mi sexo.
Voy a preparar mi “currículum vitae”. Tengo que acudir a las entrevistas enarbolando mi condición de mujer, preparada, inteligente, decidida… No tengo intención de amilanarme, no quiero pasar por la depresión que ha sido el detonante de mi conducta hasta ahora. Necesito demostrar a mi familia y a todos los que me rodean, que siendo mujer, se puede llegar a cualquier puesto igual que llegan los hombres. Que somos dueñas de nuestra vida, de labrarnos un futuro con el que ser capaces de mantenernos, de ir escalando posiciones hasta llegar a lo más alto y una vez allí, demostrarles a todas las compañeras con las que tenga el gusto de trabajar, la sororidad que necesitamos que nos ofrezcan, cuando, como yo, somos capaces, pero no reconocidas.
Julita San Frutos©

6 comentarios:
Me encanta Julita, es penoso que hoy en día muchas mujeres aún tengan que pasar por eso y tú lo has reflejado muy bien.
Me alegro mucho de que te guste Espe y sí, aún hay que seguir luchando porque se nos considere como merecemos. Un abrazo muy fuerte. Julita
Me ha gustado mucho, julita. Es todo un grito de esperanza. Enhorabuena
Muchísimas gracias Isabel, vuestros comentarios me ayudan a continuar estrujándome el cerebro.
Es verdad. Nuestra sociedad patriarcal va evolucionando poco a poco, gracias a la tenacidad de algunas mujeres. Muy lentamente, por supuesto, ya que los hombres, que son mayoría dirigiendo el mundo, van soltando lastre con mucha parsimonia y únicamente obligados por el auge de mujeres bien preparadas y tan dispuestas a hacer valer sus derechos como la protagonista del relato.
Sí Marina, está costando mucho y avanza lentamente pero estoy segura de que en algún momento se conseguirá una igualdad real, al fin y al cabo los hombres y las mujeres tenemos que convivir en este espacio llamado Tierra. Un abrazo muy fuerte.
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