miércoles, 1 de julio de 2020

VIVIENDO EL MOMENTO

1 de julio de 2020, un nuevo día, un nuevo mes y una nueva publicación. Este relato, igual que los tres anteriores, lo escribí mientras nos encontrábamos en confinamiento, fue una forma de evadirme de la situación que estábamos viviendo. Ahora, cuando parece que nos vamos acercando a una normalidad relativa, tenemos la sensación de que aquello únicamente es un mal recuerdo y yo, espero, que sea así.
Un abrazo
Julita

   Hoy hace un día precioso, lo he descubierto al asomarme por la ventana de la cocina mientras saboreaba mi taza de café con leche, la que me hace revivir cada mañana. Pienso que con un día así no voy a poder resistir quedarme en casa, así que, aunque todo esté en mi contra, quiero pasar la jornada en la montaña. Es una pequeña y no muy lejana, pues puedo verla desde otra de las ventanas de mi hogar.

  Concluyo mi desayuno, pongo la taza y el plato que he utilizado dentro de la pila con la intención de ocuparme de ellos más tarde y, me dirijo a la habitación para equiparme convenientemente: pantalones cómodos, camiseta, polar por si refresca, zapatillas y calcetines que hagan agradable el paseo. Me paro un momento a pensar si no me interesaría llevar un pequeño almuerzo, más que nada por si me alargo en mi caminar y me entra hambre, pero lo descarto, no creo que sea necesario, pues acabo de tomar un buen alimento, eso sí, una botellita de agua no me vendrá mal para compensar el esfuerzo.

  Salgo de mi casa y, en la escalera, me cruzo con mi vecino Juan. Es un señor muy agradable y educado que, a estas horas, cada día, saca a pasear a su perro Pipo. Pipo es muy cariñoso y se acerca a mí moviendo el rabo y requiriendo mis caricias. Yo, como no puede ser de otra manera, porque me encantan los animales, le acaricio mientras pregunto a su amo por su salud.

  El hombre me dice que, dadas las circunstancias y con su edad, no se puede quejar, que va aguantando bastante bien. Me despido de los dos dispuesta a continuar mi camino dirigiéndome al monte elegido. A la mitad más o menos del paseo, tengo que pararme a descansar sentada en una piedra y, me recrimino, por no haberme mantenido en mejores condiciones, de la misma forma que me propongo que no me vuelva a pasar, me ejercitaré todos los días. Pero, en este momento, no tengo más remedio que parar, pues no es cuestión de llegar agotada.

  Me pongo de nuevo en marcha y continúo el sendero que me acercará a la cima que me he propuesto. Mientras camino, contemplo el verde del campo, las flores que la primavera con su lluvia ha hecho brotar y pienso en el momento en que consiga llegar a la cima, pues la vista, creo suponer, que será indescriptible. Me pregunto por el motivo que he podido tener para que, hasta ese momento, no se me haya ocurrido acercarme a vislumbrar un paisaje tan encantador, pero no es momento de pensar en el pasado, ahora estoy aquí y podré disfrutarlo.

  Cuando por fin, consigo llegar hasta la cúspide, me doy cuenta de que mi imaginación no puede compararse con la realidad; ¡Es maravilloso!

  Decido observar con calma el paisaje que vislumbran mis ojos, así que busco un buen lugar para sentarme y saco mi botellita para tomar un poco del agua que he traído.

  Hay un silencio embriagador. Me dejo llevar por esa sensación tan seductora. Ensancho mis pulmones haciendo llegar hasta ellos el aire puro que se respira.

  En lontananza, puedo divisar unos ejemplares de águilas que vuelan majestuosamente, dejando que sus siluetas se recorten en el cielo.

  Un suave soplo me acaricia el rostro, un viento limpio que trae el olor agradable del campo en floración. Bajo la mirada y, el verde que vislumbro, me hace que sienta la apremiante necesidad de revolcarme, pero me contengo pues, no estoy en edad para ello y, mi cuerpo podría resentirse.

  Los pájaros revolotean alrededor, se acercan, se alejan y, alegran el campo con sus cantos. Todo tiene un aire sobrenatural y me dejo extasiar por esa sensación. Pierdo la noción del tiempo y las horas se me pasan como si fuesen minutos. Perezosamente, levanto el brazo para mirar el momento en que me encuentro y pienso que debo de volver a casa.

  Decido levantarme de la piedra en que he estado sentada hasta este momento y, lentamente, desando el camino anteriormente andado. De nuevo me fijo en las flores, en los tallos verdes, en los brotes y me despido de los pájaros, de las águilas y del campo que me rodea;

Bueno, me digo a mí misma con resignación ya está bien por hoy. Deja descansar tu imaginación porque te hará falta mañana.

  Perezosamente me pongo en pie levantándome con esfuerzo del sillón. Me dirijo a apagar el ventilador con el que he recreado el viento que azotaba mi rostro y pienso que ha llegado el momento de ponerme con las tareas diarias que he dejado aparcadas.

  Me asomo a la ventana desde la que, lo único que consigo ver, son las de algunos de mis vecinos y saludo a Pepita que está tendiendo la ropa en ese momento. A voz en grito me pregunta cómo me va y yo, como cada día, le contesto que como a todos, deseando que acabe este confinamiento.


Julita San Frutos©

 


8 comentarios:

Débora Llanos dijo...

Qué maravillosa la imaginación que nos hace viajar sin movernos
Precioso tu relato Julita
Despierta sensaciones muy placenteras
Cuando quieras te vienes y lo hacemos realidad ;-)

Helen Pi dijo...

¡Esa imaginación tuya, Julita, no tiene límites!
Creo que lo único que te faltó fue pasar por la f!oristería de la esquina y comprar un ramillete de florecil!as silvestres para darle más ambiente todavía a tu relato.
Pero te entiendo perfectamente porque esos días de confinamiento severo fueron bastante complicados. Hacía falta tener mucha imaginación para seguir cuerda.
Ojalá cuando te vuelvas a plantear una nueva escapada rural, puedas hacerlo con total libertad.
Un abrazo.

Juli imagina historias dijo...

Bueno Débora, creo que voy a tener en cuenta tu proposición y un día nos iremos a disfrutar del campo, eso sí, no demasiado lejos, porque mi forma física no es exactamente envidiable. Un abrazo.

Juli imagina historias dijo...

Gracias Helen, tienes razón con lo de las flores, pero recuerda que cuando escribí este relato las floristerías estaban cerradas😄 Desde que nos han dejado salir procuramos dar vueltas y estos días con l@s niet@s, cada día vamos a un sitio diferente: playa, monte, río...🤭 no nos privamos de nada😏Un abrazo.

Marina dijo...

Es la imaginación la que puede mantener vivo nuestro espíritu...
Adopto la máxima, sin ninguna duda!
Es la que permite reconstruirse y pasar a través de los momentos difíciles.
La que ayuda a seguir adelante.
La que nos empuja a evadirnos cuando la realidad nos agobia.
Y Julita, con sus relatos, nos invita a soñar. Gracias!

Juli imagina historias dijo...

Gracias a tí Marina por leerme y por comentarme, me encantan vuestros comentarios, lo digo siempre y es lo que me ayuda a continuar con mis escritos. Un abrazo muy fuerte. Julita

Verónica dijo...

Muy ingenioso este texto, no me esperaba este final. Me ha encantado la forma de relatarlo, parecía que estaba en ese monte también!

Juli imagina historias dijo...

Gracias Verónica por tu comentario y me encanta lo que dices de que te gusta el final y la forma de relatarlo, como digo siempre, es gracias a vuestros comentarios por lo que continúo escribiendo. Un abrazo.