Hoy día 1 de junio de 2019, publico un cuento con el que no intento demostrar ni enseñar nada, únicamente contarlo.
Julita
Cuando Paquito se iba a su habitación, siempre
se quedaba mirando la foto de la abuela de su madre, o sea, la que ahora
hubiese sido su bisabuela…, de haber vivido.
Lo hacía todas las veces que entraba en ella. Esa foto ocupaba el lugar
más privilegiado, lo había elegido el propio Paquito, por eso siempre le decía:
—Abuela —pues era así como la
llamaba, ya que a la madre de su madre la llamaba yaya y no era lógico repetir
el nombre, necesitaba diferenciarlas— vamos a jugar al escondite.
Paquito se escondía debajo de la cama; dentro del armario; detrás de la
mecedora… Y siempre, siempre, su abuela le encontraba.
—Claro —pensaba Paquito— para
ella es muy fácil porque puede ver lo que los demás no podemos.
Por eso lo difícil para él era buscarla, nunca sabía dónde podría
haberse metido, miraba por todos los rincones de la habitación, que era el
espacio que habían decidido utilizar por acuerdo mutuo, para jugar, no querían
que sus padres se enterasen, pues estaba seguro de que le dirían que era
imposible lo que hacía. Ellos nunca iban a entender que pudiese jugar con una
persona que ya no estaba con ellos. Así que lo mantenía en secreto.
Pero Paquito siempre acababa encontrándola. El último lugar en el que se
le ocurrió esconderse fue detrás de un cuadro y claro, ¡por eso resultaba tan
difícil dar con ella!
—Abuela —le decía— cuando
jugamos al escondite, juegas con ventaja, porque yo no puedo esconderme igual
que tú y por eso me encuentras enseguida, será mejor que juguemos a otra cosa.
A pesar de estas conversaciones, a Paquito le gustaba mucho jugar al
escondite con ella, pues la verdad era que disfrutaba pensando dónde se le
podía haber ocurrido esconderse. Pero como él era un niño, hacía como todos, se
cansaba enseguida de jugar al mismo juego, por lo que sacaba el parchís y a ese
sí, a ese normalmente ganaba Paquito.
A veces pensaba que la abuela le dejaba ganar para que estuviese
contento, pero no le gustaba que lo hiciese.
—No hagas eso abuela —le decía—
no me dejes ganar todas las veces, ya no soy tan pequeño y no me voy a enfadar
si pierdo.
Para él, era ya un chico casi mayor, pues había cumplido los siete años
y lo consideraba una gran cantidad.
La abuela también le contaba historias. Se sentaban en el borde de la
cama y a Paquito se le pasaba el tiempo volando, escuchándola.
La madre de Paquito ya llevaba bastante tiempo pensando que era muy raro
que su hijo se metiese en su habitación y estuviese tanto tiempo sin salir. Al
principio pensó que estaría haciendo los deberes y que saldría cuando acabase.
Pero, como no salía, era ella la que tenía que entrar y preguntarle si no
pensaba merendar.
Cada vez que entraba en el cuarto del niño sin avisar, éste, al verla en
la puerta, se sobresaltaba y a ella le parecía que había interrumpido una
conversación de su hijo con alguien y
que una sombra se apartaba de él. Pero cuando le preguntaba:
—¿Con quién hablabas? ¿Quién
estaba aquí contigo?
Siempre contestaba que no había nadie, que jugaba solo y que se
inventaba un amigo para compartir los juegos.
La abuela tenía el tiempo justo para desaparecer y ¡menos mal!
porque no podía imaginarse como iba a explicar el que estuviese a su lado.
Paquito cogió la costumbre de que cuando llegaba a casa, lo primero que
hacía era merendar, si no lo había hecho ya en el parque al que a veces se
encaminaban su madre y él al salir del colegio, para que jugase con sus
amiguitos.
Como era hijo único, sus padres querían que se relacionase con otros
niños y niñas, por eso, además de acudir al colegio, lógicamente, le apuntaron
a diversas actividades extraescolares y por si fuese poco, tenían la manía de
que el día que salía pronto y si hacía buen tiempo, debían acudir al parque.
Cada vez le quedaba menos tiempo para jugar con su abuela y eso le
fastidiaba bastante, pero como no quería que sus padres se enterasen de ello,
no tenía más remedio que obedecer su deseo.
Se acostumbró a irse a dormir temprano, cosa que a sus padres
también les extrañó, pero como decía que estaba cansado del trajín del día, le
dejaban marchar a su cuarto. Otra de las cosas con las que tuvo que luchar fue
con la de cerrar la puerta, pues a sus padres no les gustaba que lo hiciera.
Encontraban que su hijo no hacía las cosas normales de un niño de su edad y
siempre estaban vigilándole. La solución le vino cuando se dio cuenta de que a
ellos, cuando él se retiraba, les gustaba poner una película que solía durar
hora y media. Ese era el tiempo que aprovechaban la abuela y el bisnieto para
jugar. Después, abría la puerta y se metía en la cama, de forma que cuando
entraban a darle el beso de buenas noches, parecía que llevase durmiendo desde
que se había despedido de ellos.
Paquito fue cumpliendo años y sus padres nunca dejaron de pensar que
tenían un hijo muy especial, pues no conocían ningún otro al que le gustase
tanto estar en su habitación. Él por su parte, pasó de jugar con su abuela a
consultarle todos los problemas que se le presentaban y la verdad es que nunca
le defraudó, pues siempre ella encontraba la solución o se la hacía encontrar a
él. Del colegio pasó al instituto, después a la universidad y llegó el día en
que conoció a una chica de la que pensó que era la mujer de su vida.
Pero supo enseguida que no podría salir con ella formalmente, como era
su deseo, hasta que su abuela no la conociese. Llevarla a su casa le parecía
muy precipitado, antes tenía que tener las cosas muy claras, así que encontró
la que le pareció la mejor idea, cogió la foto de su abuela y se la metió en la
mochila.
Había quedado con su chica en un parque cercano, así que le pidió que se
sentasen en un banco. Sacó la foto y se la enseñó. Ella dijo enseguida que pensaba que debió de ser una persona muy especial
y también, que él se le parecía mucho y que los ojos de los dos eran brillantes
y profundos.
Paquito le dio un beso con el que quería explicar, sin palabras, lo que
sentía por ella y antes de guardar la foto, también le dio uno a su abuela. Ella
le comentó que la dejase besarla también, pues había comprendido lo importante
que era para él. Entonces la metió en su mochila y cuando llegó a su casa la
colocó en el sitio en que había estado siempre.
La abuela se presentó delante de él, como había hecho tantas veces y le
dijo que la joven le había parecido una persona muy especial y que le
encantaría que él compartiese su vida con ella, por lo que a partir de ahora,
tenía que seguir su camino y ella debía finalizar el suyo porque ya tenía una
persona que le acompañaría siempre, le aconsejaría y le daría unos hijos a
quién cuidar, como había pasado con sus padres.
Fue entonces cuando comprendió que antes que con él, su abuela también
jugó y acompañó a su madre y antes de ella a su yaya y estaba seguro que lo
haría con los hijos que tuviese, pues siempre dejaría la foto en el lugar más
visible de la casa y así podrían disfrutar de su presencia y sus consejos, pues
se dio cuenta de que, sin lugar a dudas, lo más importante es tener alguien en
quien confiar, aunque ese alguien forme parte de nuestra próspera imaginación y
él, se lo inculcaría así a sus descendientes.
Julita San Frutos©

6 comentarios:
Pues sí Julita, efectivamente, tienes mucha imaginación. Ya lo dice claramente el nombre de tu blog.
Conforme iba leyendo el cuento pensaba qué haría Paquito cuando se hiciera mayor y conociera a una chica. Pero tú me has sacado de dudas, ya que nos has presentado también a su novia.
Yo no soy psicóloga, claro está, pero que este niño tenga muy pocos amigos y que se encierre en su mundo, donde sólo está presente su bisabuela, no sé si es lo mejor.
Aunque hay una pregunta que me surge así, de repente, y es que, si la madre de Paquito ya hablaba con su abuela, y ésta a su vez ya lo hacía también con su madre, ¿cómo es posible que la madre del crío esté tan preocupada por su hijo? Si ella misma se lo consultaba todo, ¿por qué esa obsesión con que su hijo no esté solo en su habitación?
Si se supone que no es una relación tóxica y ya puestos a imaginar, ¿por qué no ponen la foto en el comedor y hablan todos con ella? La abuela estaría más acompañada.
(si tuviera emoticonos en este teclado, te pondría tres caritas sonrientes)
Y no me digas que a partir de cierta edad ya se les olvida todo lo vivido con la abuela, vale?
Bueno, ahora en serio, ya ves que la imaginación no es lo mío. Soy capricornio y estoy ligada a la tierra, o eso dicen.
Gracias como siempre por tus historias y ya estoy esperando la próxima.
Un abrazo,
Helen Pi.
Si Elena, hay muchas incógnitas, pero no necesariamente su madre y su abuela se encerraban en la habitación para hablar con la fallecida, de hecho, la abuela hablaba personalmente y le consultaba todo, la madre también lo hizo un tiempo y luego recurría a ella con su imaginación. Paquito es muy introvertido y le ayuda pensar que juega con su abuela, la foto la tiene en su cuarto porque lo quiso así y a sus padres les pareció bien, lo que pasa es que ellos encuentran raro que siempre se encierre y por supuesto saben que se inventa un amigo, aunque no sepan que es su bisabuela, hay niños muy raros por el mundo. Cuando se hace mayor, por supuesto tiene claro que todo es fruto de su imaginación, pero que le ha ayudado a vivir mejor su infancia. En fin, como dices, la que tiene la imaginación desbordada soy yo. Espero haber aclarado tus dudas. Un abrazo muy fuerte.
Por mi parte, como soy cartesiana, he leído el cuento como éso : un cuento, sin pararme a analizar el por qué ni el cómo. Y el cuento como tal me ha hecho sonreir porque lo he encontrado ameno y con una moraleja : es importante tener a alguien al lado en quien confiar ! Los padres suelen ser los elegidos, pero a veces resulta más sencillo confiarse a otra persona, física o imaginaria, porque se puede instaurar una cierta distancia que a veces resulta beneficiosa.
Me alegro de que te haya hecho sonreír y que te guste la moraleja, de todas formas, al escribirlo pensaba en la madre, capaz de acompañar y aconsejar incluso desde el más allá. Igual que a Helen, un abrazo muy fuerte para ti.
Hola Juli! soy Águeda. Nos conocimos en la feria alternativa. Yo iba con Ale una amiga y nos paramos a ver cómoo hacías bolillos. Estuvimos un buen rato contigo, mientras nos explicabas cómo hacías este arte (que nos pareció dprecioso)... pero nos dijiste que lo que más te gustaba era escribir y aquí estoy leyendo esta historia tan bonita que me ha hecho recordar a mi abuelo, llevádome a mi infancia. Cuando te conocí ya sentí que tenías magia y nos encantó compartir ese tiempo contigo. Pero al leer esta historia siento que no me equivocaba...eres una persona con mucha luz.
Gracias por compartir tu arte con la gente, como bien nos dijiste. Nos vemos por la vida, un fuerte abrazo! Águeda y Ale! :)
Muchísimas gracias por vuestro comentario Águeda y Ale y sobre todo por lo que decís de mí, creo que es mucho más de lo que merezco y espero que os gusten todas mis historias igual que os ha gustado la de este mes. Me encantará seguir contando con vosotras y como decís, seguro que volveremos a vernos. Un abrazo muy fuerte. Julita
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