Estamos a 30 de junio de 2019, desde hace unos días nos acompaña una ola de calor bastante importante y agotadora, lo que hace que no me apetezca mucho salir de casa, así que he pensado adelantarme y publicar hoy.
Este relato, como todos los que he escrito y supongo escribiré, es fruto de mi imaginación, pero no puedo descartar que en algún momento haya sido, sea o será un hecho real dadas las noticias que llegan desde algunos lugares del planeta.
En fín, aquí os lo dejo.
Julita
Ana nunca pensó que podría llegar a oír las
palabras que en ese momento salían de la boca de su padre y mucho menos, que
fuese su madre quien no pusiese ninguna objeción, sino todo lo contrario,
corroboraba cada una de ellas, con una inclinación de cabeza.
Notó como algo se rompía en su interior y
como sus sueños se desvanecían para siempre, se derretían como lo hacía la
nieve cuando, jugando, la apretaba en sus manos.
Sabía que no podía hacerlo, que sus padres no
se lo perdonarían, pero no pudo evitarlo, su corazón se impuso a la razón, por
lo que, dando un grito, que a todos los que estaban reunidos les pareció
imposible que pudiese provenir de un ser humano, se encontró en medio de aquél
salón, que ahora se le antojaba desconocido y enfrentándose a ellos les gritó:
—¡No podéis hacerlo!
¡Nunca pensé que fueseis capaces! ¡Vosotros no! ¡Creía y presumía de tener unos
padres diferentes, especiales! —Las lágrimas brotaban de sus ojos y hacían casi
ininteligibles sus palabras, pero ella no podía callar todos los reproches que
se agolpaban en su mente— ¡Quiero estudiar! ¡Llegar a ser una mujer como las
demás! ¡No tenéis derecho a disponer de esa forma de mi vida!
Notaba como los latidos de su corazón se
aceleraban, era como si se le quisiese salir del cuerpo; las mejillas se le
habían vuelto carmesí y los ojos, inyectados en sangre, no podían dejar de
llorar.
La primera reacción de sus padres fue de
incredulidad, les parecía imposible que su hija estuviese teniendo una reacción
semejante ¡No la habían educado así! Las personas que se encontraban en aquél
salón, no daban crédito a sus ojos y sus oídos, pero de lo que sí estaban seguros era de que la
niña había perdido por completo el respeto a sus progenitores.
El padre, tratando de conservar la calma,
para no agravar aún más la situación que estaban viviendo, se acercó a su hija
y cogiéndola del brazo la sacó fuera de la habitación. Cuando comprobó que sus
palabras no iban a ser escuchadas por los demás, intentando calmar a la vez a
su hija le dijo:
—Ana, somos tus padres
y tenemos todo el derecho del mundo a arreglar tu futuro y éste, depende de lo
que decidamos. Es una falta de consideración hacia nosotros la forma en que te
acabas de comportar y no te digo la imagen que has ofrecido a tus futuros
suegros. No te hemos educado así, por lo que pienso que ha sido la influencia
de las compañeras de colegio, con las que tanto te relacionas, y de los
profesores y profesoras, que te están inculcando unas normas que nada tienen
que ver con las nuestras. A partir de ahora se te ha acabado el salir sola de
casa, irás acompañada siempre de una persona adulta y no vas a volver más al
colegio, en realidad ya no te hace falta, lo que tienes que aprender a partir
de ahora, te lo enseñará tu madre.
Ana ahogó un nuevo grito, prometiéndose a sí
misma que no lo iba a consentir, jamás se casaría con el hombre que habían
dispuesto sus padres. Tenía únicamente 12 años y muchos sueños que cumplir. Le
vinieron a la memoria todos los planes que había ido forjando en el colegio,
junto a sus compañeras ¡le quedaba tanto por descubrir de la vida! Una vida que
hacía escasamente unos minutos le parecía maravillosa y que ahora se la habían
roto.
Con los ojos inyectados en sangre de tanto
llorar, y las lágrimas resbalando aún por sus mejillas, dejó a su padre y subió
las escaleras corriendo, dirigiéndose a su habitación. Una vez allí, sentada en
la cama, los codos apoyados en las piernas y la cara oculta entre sus manos,
trató de calmarse para poder pensar.
Sabía que sus padres no retrocederían en sus
intenciones, pues sus normas de conducta y su educación no se lo iban a
permitir.
Escaparía, se iría lejos, mucho, donde no
pudiesen encontrarla, pero tuvo que descartar esa idea, era menor de edad, en
realidad era aún una niña, la buscarían por todas partes hasta dar con ella y
devolverla a su casa ¡no era una buena idea!
No se le ocurría que podría hacer, no veía la
forma de salir de esa situación. Tenía que despejar su mente, estaba segura de
que tenía que haber una solución.
Irguiéndose y secándose las lágrimas con el
dorso de la mano, se acercó a la ventana abriendo las hojas de par en par.
Abajo, en la calle, la gente iba y venía, ajena por completo al drama que ella
vivía en aquél momento. Debería chillar, pedir ayuda, pero nadie se la daría.
Se fijó en unos niños que jugaban a la pelota, en unos señores que hablaban
acaloradamente gesticulando mucho con las manos, se puso a cavilar qué sería lo
que les hacía discutir de esa manera, pero se dio cuenta de que en realidad no
le importaba.
Sacó la cabeza un poco más para seguir con la
vista a dos señoras que seguramente iban a comprar pan, miró hacia abajo y se
dio cuenta de que el pavimento la llamaba, la atraía, la cautivaba…
Muy despacio y ayudándose de una silla, se
sentó en el alféizar y dejó que su cuerpo resbalase. No cerró los ojos, era
totalmente consciente de lo que estaba haciendo.
Así, sin aspavientos, sin llanto, pues ya no
le quedaban lágrimas, pero con un gran dolor que recorría su cuerpo por entero,
puso fin a una vida que pudo haber sido, pero que, como tantas otras, se perdió
por el camino, en el momento en que empezaba a caminar.
Julita San Frutos©

10 comentarios:
Hola Julita. He estado un tiempo muy liado y no había seguido tu blog.
Hoy he vuelto a mirarlo y este relato me ha parecido muy revelador y con un final dramático. Hay situaciones que creemos pertenecen a otros tiempos pero que aún se siguen dando aunque sea en menor medida y sobre todo en algunos paises con otras culturas
Un abrazo
Enrique
Me alegro mucho Enrique de tenerte de nuevo por aquí, echaba de menos tus comentarios. Tienes razón que el final es triste, bueno, todo el relato lo es, pero intento concienciar sobre un problema que sigue existiendo y que deja sin infancia a muchas niñas, no se si también a niños. En pleno siglo XXI muchas tradiciones deberían quedar obsoletas y creo que hay que seguir luchando por conseguirlo.
Un abrazo muy fuerte.
Julita
Triste es no poder elegir tu camino por razones ajenas a uno mismo. Y lo es más, si son impuestas por personas cercanas a ti.
Javier A.
Si Javier, es una pena y lo es más saber que se continúa utilizando esa supremacía de poder y eso en pleno siglo XXI.
Un abrazo.
Julita
Demoledor. Dibujas las escenas en pocas palabras y eso no lo hace todo el mundo. Porque “este dibujo” no suceda NUNCA.
Un abrazo
Gracias Esther por tu comentario y tienes razón en lo que dices de que ese final no suceda nunca, pero ojalá y acaben las acciones del resto del relato.
Un fuerte abrazo para tí.
Julita
Esas situaciones dramáticas que describes en tu último cuento, Julita, provocadas por creencias incomprensibles para nosotros, existen, como tantas otras. Y es de lamentar, en efecto, que en pleno siglo XXI continúen en vigor. Pensamos que hemos evolucionado cuando, en realidad, nos hemos quedado estancados en unos tiempos remotos en los que, quizás, pudieran justificarse determinadas acciones pero que, actualmente, están totalmente desprovistas de sentido y sólo causan éso : dramas ! Tienes razón en que hay que seguir luchando para erradicarlas.
Si Marina, tienes razón tú también cuando dices que hay que seguir luchando, el problema siempre es el mismo, la absurdez del llamado ser humano (que de humano tiene poco) que únicamente ve por él mismo sin tener en cuenta su alrededor y lo que destroza a su paso, menos mal que hay algunos que si merecen el título, si no fuese así estaríamos perdidos.
Un fuerte abrazo.
Julita
¡Qué triste, verdad! Una vida que casi empezaba y verse truncada así, de esa manera.
Los problemas, cuando somos niños, nos parecen mucho más graves de lo que en realidad pueden ser. La gente menuda se ofusca y como no tiene un buen bagaje no puede afrontar esa realidad, no tiene ideas suficientes. No conoce mas allá de su ámbito familiar o su círculo escolar. La pena es que no tenía ningún adulto de su parte. Todos le fallaron.
Si algún familiar la hubiese apoyado o le hubiera dado una salida, ella se hubiera aferrado a esa escapatoria.
Por fortuna, esta historia que nos cuentas ya no creo que ocurra en la España actual, por lo menos no con gente nacida aquí. Otra cosa muy diferente son otras culturas que todavía viven en el Medievo.
En ocasiones escuchamos noticias que nos ponen los pelos de punta.
Tiempo al tiempo. Pero mucho tiempo ha de pasar para que circunstancias parecidas no ocurran.
Gracias como siempre Julita por hacernos pensar.
Un abrazo.
Helen Pi
Gracias a tí por comentar, la verdad es que es una pena que se trunquen infancias únicamente por el beneplácito de los adultos y por continuar unas tradiciones que ya no tienen sentido. No se si ocurre en España, pero no me extrañaría, ten en cuenta que aquí hacemos oídos sordos y ojos cerrados a muchas cosas. En fín, sea como fuere o donde fuese, creo que es algo que debe de acabar.
Un abrazo.
Julita
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