miércoles, 1 de octubre de 2025

MI ABUELO

 Buenos días, ya estamos a día 1 de octubre de 2025 y para continuar con mi costumbre, publico un nuevo relato del que voy a dar una pequeña explicación:

Este verano decidí presentarme a un concurso titulado EL LEGADO DE SUS MANOS. Como últimamente mi cerebro no está muy bien, en las bases leí que había que utilizar un máximo de 500 palabras, así que me puse manos a la obra.

Cuando rellené todos los datos, tal y como pedían, el sistema me dijo que me sobraban dos mil y pico caracteres. Fue en ese momento que caí en la cuenta de lo que pedían en realidad, así que tuve que reducir y reducir hasta que lo conseguí. 

Por cierto, fue seleccionado y aparece en el libro del mismo título publicado por Diversidad Literaria. 

El original, el de las 500 palabras, es el que pongo a continuación.

En fin, un saludo afectuoso para tod@s l@s que me leéis.

Julita

Algunas noches, cuando el sueño no quiere acudir a mi encuentro, mi mente recuerda episodios de mi infancia, esa infancia que muchos de nosotros hemos tenido ligada a nuestros abuelos.

La mirada de mi abuelo era amable y pícara a la vez. Las líneas de expresión que rodeaban sus ojos le ayudaban a dulcificarla. Me gustaba pasar mis dedos por los surcos de su cara y dibujarle una sonrisa estirando sus labios.

Cuando sus manos rugosas me acariciaban y sujetando las mías me entregaba, como cada domingo, aquella moneda de chocolate que escondía en ellas, le abrazaba con gran efusión depositando en su rostro ajado el mejor de mis besos.

Uno de los días, debió de pensar que sería divertido darnos una de esas monedas a cada uno de los hermanos, pero advirtiéndonos de que únicamente era para el que en ese momento la recibía. Nos hizo prometer que no les diríamos nada a ninguno de los demás y, qué decir tiene, que lo cumplimos.

Para mí, con mis cinco años, el pensar que podía ser la preferida de mi abuelo fue como un sueño y al momento guardé aquella moneda en el bolsillo de mi vestido.

Siempre nos contaba historias que, por supuesto escuchábamos con fruición, pues nos resultaban muy entretenidas, así que ese domingo, mientras nos encontrábamos rodeándolo para oírle mejor, nos preguntó si cada uno teníamos una moneda de chocolate, pero nosotros callábamos, no queríamos romper la promesa que le habíamos hecho.

Nos miraba con aquella mirada suya que tanto adoraba, mientras que con la mano derecha se tapaba la boca y sus ojos se empequeñecían, tratando de disimular la carcajada que pugnaba por abrírsele paso.