Buenos días a todxs, hoy es 3 de noviembre y me he retrasado en la publicación, pero no me sentía con ánimo de hacerlo dado la situación que estamos viviendo, pero, siguiendo los consejos de unas grandes amigas, he decidido buscar entre mis escritos para dar con algo que representase un poco de esperanza dentro del caos.
He encontrado este pequeño relato que en realidad no es tal, sino una especie de pensamiento o historia o reflexión que escribí utilizando una de las palabras que barajamos en nuestro Taller de Escritura Creativa.
Me di cuenta del árbol en uno de nuestros paseos diarios, tenía alrededor de su tronco una cuerda de esas gordas de plástico que utilizan para atarles a algún palo cuando son jóvenes, pero que alguien en su día soltó esa estaca y no fue consciente de que la soga se quedaba alrededor de él.
Había ido creciendo y el cordel se le incrustaba, por lo que, además de causarle un gran corte, no le dejaba desarrollarse por completo.
Fuimos a casa a por un cuchillo y la cortamos, en ese momento creí sentir un suspiro de alivio que le emanaba de lo más profundo y al día siguiente, cuando volvimos, de la herida habían surgido lo que yo estoy segura eran lágrimas.
La última foto es de un tiempo después cuando se iba recuperando.
En fin, os dejo la historia para que podáis juzgarla.
Julita
Lágrimas de savia y dolor brotaron de tu herida abierta. Lloraste cuando te solté del yugo que te atenazaba. Esa cuerda que no dejaba que pudieses mostrarte en tu plenitud.
No pude evitar preguntarme cuánto tiempo debiste de soportar ese tormento. ¿Qué mano fue la que te lo causó?
Entonces me abracé a ti y, al comprobar tu lamento, mis sollozos se unieron a los tuyos. Fueron lágrimas de agua e impotencia y lloré contigo y por ti.
Pero ahora, cuando el
tiempo pasa y tu herida poco a poco pierde intensidad, veo como reverdecen tus
hojas, como tu tronco se afianza demostrando al mundo el valor de la eupatía y
yo, dentro de mí, sentiré el orgullo de haber contribuido a que te muestres
como el árbol más bonito que nadie hubiese podido imaginar.
Julita San Frutos©
