Ya tenemos aquí el primer día del mes de marzo del año 2024 y, como digo siempre, los días, los meses y los años, al menos a mí, me pasan como suspiros.
El relato de hoy nació, tal y como me pasa con otros muchos, por la propuesta de nuestra profesora del Taller de Escritura Creativa de la palabra sempiterno, pero le añadí algunas otras que encontraréis destacadas en cursiva: retazos, petricor e incandescente.
Así que aquí os lo pongo para que podáis juzgarlo.
Julita
Caminé despacio sobre las hojas secas que el otoño había descolgado de los árboles, intentando que el ruido de mis pisadas no alterara el silencio que a mi alrededor se respiraba.
El recuerdo de tu sempiterna sonrisa ocupaba mi mente sin que pudiese hacer nada por evitarlo. Acudían los retazos de nuestra pasada vida, aquella que disfrutamos juntos y que ahora se me aparecía como si únicamente hubiera sido un sueño.
Poco a poco iba acercándome al lugar donde sabía que me esperabas y mi corazón empezó a latir igual que aquel día que, cogidos de la mano, aspiramos al unísono el petricor que nos rodeaba, mientras nuestras ropas, cabellos y nosotros mismos nos empapábamos de aquella lluvia que caía del cielo como una bendición tanto tiempo esperada.
Vislumbré tu figura rodeada de aquel halo incandescente que siempre te rodeaba, pero no quise correr para que no te desvanecieras.
Llegué hasta ti, acerqué mi mano para acariciarte y me recibió, como tantas otras veces, el frío mármol de tu lápida.
Julita San Frutos©
