sábado, 31 de diciembre de 2022

LA LLEGADA

 Nos hemos levantado con un nuevo año, estrenamos 2023 y, por ese motivo, me ha parecido que estaría bien publicar hoy uno de los capítulos de mi último libro ELUCUBRACIONES DE UNA MENTE INCONCLUSA, así que me he decantado por el número dos que se titula, como habréis podido leer ya: LA LLEGADA.

Disfrutad leyéndolo y ojalá que este año nos sea propicio a todas las personas que poblamos este planeta nuestro llamado Tierra.

Julita

  Andaba transcurriendo el año 1949, exactamente en la madrugada del día 6 de septiembre y en un hospital de Madrid, la ciudad en la que, como he dicho vivían, cuando decidí abandonar el seno materno. No tanto por conocer el mundo en el que me iba a tocar residir, cosa que por otra parte no me quitaba el sueño, como por lo angosto del habitáculo en el que me encontraba, pues cualquier mínimo movimiento ya me resultaba imposible de realizar.

  Por lo que, cuando vi la luz, cosa que, como he dicho antes y al menos en mi caso, no sucedió exactamente como la expresión lo indica, pues lo único que llegué a percibir fue una especie de resplandor a través de mis finos párpados, fui consciente de que pasaba a engrosar la lista de lo que han dado en llamar humanidad y algo, como un escalofrío, recorrió mi espalda.

  Eso fue suficiente para convencerme de que no debía abrir los ojos, pues estaba segura de que, de esa forma, me evitaría ser partícipe del espectáculo que se desarrollaba a mi alrededor.

  ¡Qué equivocada estaba! ¡Yo formaba parte de ese espectáculo y no iba a poder evitarlo!

  Me quedé completamente paralizada sin saber cómo actuar y ése debió de ser el motivo por el que me cogieron de los pies y sosteniéndome cabeza abajo en el aire, me propinasen una buena palmada en mis nalgas.

  ¡Mal empezamos! pensé.

  Fue entonces cuando, saliendo de mi asombro, decidí ensanchar mis pulmones y dejar escapar un llanto sonoro.

  Ese llanto, al contrario de lo que pudiese imaginar, resultó muy bien recibido entre todas las personas que allí se congregaban.

  ¡Vaya! fue mi nuevo pensamiento ¡No me va a gustar nada este mundo!

  Por lo que continué con mis gritos durante un buen rato.

  A pesar de ello permanecía, tal y como me había propuesto, con los ojos cerrados, aunque la tentación de abrirlos, cada vez era más intensa.

  ¡Deseaba ver a mi madre! Eso era lo que consideraba más importante, pues habíamos estado durante nueve largos meses compartiéndolo todo y su voz formaba parte de mí. Aunque, por otra parte, estaba muy resentida; ¿cómo dejaba que unos extraños me separaran de ella de esa forma y actuasen en mi contra con tal saña?

  Pero mis pensamientos quedaron interrumpidos, al igual que mi llanto, al sentirme introducida dentro de un líquido templado y agradable tan parecido al que acababa de abandonar. Me dejé llevar por aquella sensación, aunque resultó muy breve pues, sin darme tiempo a acostumbrarme a ella, me sacaron y me colocaron encima de algo mullido.

jueves, 1 de diciembre de 2022

UN FIN DE FIESTA

El relato de hoy tuvo lugar un día como cualquier otro, en el que nuestra familia se encontraba celebrando un acontecimiento, quizá era el cumpleaños de alguno de los miembros o pudo ser de varios juntos, la cuestión es que fuera como fuere, se trataba de algún tipo de fiesta y lo que escribo a continuación fue lo que sucedió.

Feliz día 1 de diciembre de 2022 a todos y todas las que me leéis.

Julita 


  
Fui la primera en darme cuenta, pero quise mantenerme tranquila sin que los demás, o sea, todos los que estaban a mi alrededor, se percatasen de lo que ocurría pues sabía que, en el momento que lo hiciesen, el revuelo que se montaría sería monumental.

  Así que, con mucho sigilo, comencé a desenvolver el primero de los bombones que agarré del bote de cristal donde mi madre los conserva con todo el cariño de que es capaz y descubrí un pequeño gusanito, tal y como había aparecido en el anterior que destapé y que había dejado a un lado sin aspavientos.

  En ese momento mis precauciones fueron en vano porque, lo que yo tanto temía, tomó forma al observarme mi padre y preguntar qué ocurría.

  Todos los ojos se volvieron a mí interrogantes y al responder que me había dado cuenta de que los bombones tenían gusanos, los cuerpos, impulsados como por un resorte, decidieron ponerse en pie y, abalanzando las manos al bote, fueron sacando; desenvolviendo; comprobando; tirando…, sin ningún tipo de pudor hasta que no quedó ni uno solo sin examinar.

  La mesa se llenó de papeles vacíos. Los pobres gusanitos a los que habíamos interrumpido de su tranquilo devenir por aquél dulce paraíso, nos miraban inquietos sopesando, imagino, lo incierto de su futuro.

  Mi padre, muy previsor, decidió traer un tupper donde colocar los bombones que aún no habían sido okupados por los asaltantes, para guardarlos en la nevera.