Hoy día 1 de septiembre y siguiendo con mi costumbre, publico un relato que salió del Taller de Escritura. La frase se le ocurrió a una de las compañeras y a partir de ahí surgió este escrito.
Me alegrará mucho que disfrutéis de su lectura.
Julita
Cuando mi madre miró el sobre con aquella mirada triste y apesadumbrada, me di cuenta de que nada bueno podía contener. Mis sospechas se confirmaron en el momento en que sacó la nota que encerraba y las lágrimas acudieron a sus ojos pugnando por salir.
Quise explicarle lo que había visto desde la ventana de mi habitación esa mañana muy temprano, pero no tuve opción a ello, pues salió corriendo al jardín sin darme tiempo a reaccionar.
Siempre me ha gustado levantarme muy temprano, antes de que el bullicio de la calle contamine el silencio de la noche, así puedo escuchar el primer canto de los pájaros y sentir los olores que desprende la naturaleza después del rocío de la madrugada. Para ello abro la ventana, me asomo y aspiro profundamente. No tengo en cuenta ninguna estación del año, haga frío o calor, mi ritual es siempre el mismo. Pero ese día fue diferente pues mi vista se topó con un hombre enfundado en una gabardina que metía un sobre en el buzón de la casa.
Me extrañó mucho, pues estábamos en junio y no parecía lógico ir vestido de esa manera, por lo que decidí salir lo más aprisa que pude y enfrentarme a él. Una decisión que a día de hoy y pensándolo tranquilamente, no era la más acertada, pues podía haberme topado con algún delincuente o exhibicionista, pero en ese momento no lo tuve en cuenta.
