martes, 1 de septiembre de 2020

SERENDIPIA

1 de septiembre de 2020. Siguiendo con la línea que comencé el mes pasado, el relato que publico hoy también se corresponde a un trabajo del Taller de Escritura Creativa y debía de contener las palabras que nos había indicado nuestra profesora. 

Como suelo hacer en esas ocasiones, dichos vocablos están resaltados en cursiva dentro del texto, pero el título también entraba dentro del mismo concepto. En fín, que disfrutéis leyéndolo como os digo siempre.

Julita 

  Esa mañana me desperté con una gran acedia, había perdido mi perspicacia y me sentía obnubilada por todos los acontecimientos en los que me encontraba inmersa.

  Una y otra vez tornaba sobre ellos y eso me causaba una gran cuita. Trataba de tomármelos a solfa, pero me resultaba completamente imposible. ¿Sería quizá que me estaba volviendo arcaizante y no veía más allá de mis narices?

  Superada por la situación, pregunté a mi marido si quería acompañarme a dar una vuelta para lograr que ésta se volviese evanescente, a lo que accedió gustoso (no en vano siempre está encantado de hacerlo).

  Entramos en una cafetería y pedimos dos cafés con leche. La camarera, utilizando la crema, por supuesto de la leche, nos dibujó una cara sonriente en cada uno de ellos. Eso hizo que me sintiese mejor y propusiese de nuevo a mi marido, acercarnos a comer a un restaurante, ya que era su cumpleaños y de esa forma podíamos celebrarlo.

  Una vez en el local, nos asignaron una mesa y nos sentamos, pero a mi marido le sonó el teléfono y salió a la calle para contestar. En ese momento el dueño se acercó para preguntar por las bebidas. Le comenté que no bebía, pero que como estábamos celebrando su cumpleaños, iba a permitirme tomar una copita de vino blanco.