viernes, 1 de mayo de 2020

MIENTRAS LA COVID-19...

Hoy 1 de mayo y, si no me equivoco, día 48 de nuestro confinamiento, tengo claro que cada un@ de nosotr@s tratamos de mantener activas nuestras neuronas y yo, que no soy una excepción, lo hago a mi manera, escribiendo.
Con el relato de hoy quiero rendir un pequeño homenaje a todas las personas que han perdido la vida en estos días pero, muy especialmente, a nuestros amigos que siempre lo fueron y que lo seguirán siendo allí dónde se encuentren.
Julita  
  Isabel notó como las piernas le temblaban. Apoyó la mano derecha en el reposabrazos del sillón preferido por él, la butaca en la que se sentaba frente al televisor para ver las noticias. Se dejó caer en su regazo al darse cuenta de que estaba muy cerca de perder el equilibrio y apoyó la cabeza en el cuenco que formaron sus manos al juntarse. No pudo evitar que los recuerdos volvieran a su mente como cada día. Como cada hora de cada día… como cada minuto de cada día… pues no conseguía pensar en nada más.
  Rememoró los días que habían pasado desde que comenzó esta epidemia y se preguntó, como tantas otras veces, el motivo por el que había azotado con tanta fuerza precisamente a su familia. Retrocedió mentalmente  al momento en que le comunicaron que su hijo y su nuera se habían contagiado y se encontraban ingresados. Sin saber el motivo, pues no era especialmente religiosa, había pedido a Dios que velase por ellos.
  También recordó como Juan le había cogido de la mano y le había infundido la fuerza necesaria para afrontar esa situación ¡Llevaba tantos años siendo su apoyo, el pañuelo que secaba sus lágrimas, cuando por una razón u otra acudían a sus ojos, que estaba segura de que le resultaría imposible seguir viviendo si le perdiese!
  Lentamente levantó la cabeza y se quedó con la mirada fija en el libro que él estaba leyendo cuando le comentó que no se encontraba bien. En aquel momento su cerebro trabajó a gran velocidad preguntándole por los síntomas, pero se tranquilizó al pensar que no coincidían con los que repetían constantemente. Aun así, decidió hacer una llamada al número que les habían proporcionado, pero la respuesta no fue la que su subconsciente hubiese querido escuchar:
No parece grave… ahora estamos muy saturados… no podemos mandar a nadie en este momento… no tenemos ambulancias disponibles… haga que descanse y se relaje…