Estamos a 30 de junio de 2019, desde hace unos días nos acompaña una ola de calor bastante importante y agotadora, lo que hace que no me apetezca mucho salir de casa, así que he pensado adelantarme y publicar hoy.
Este relato, como todos los que he escrito y supongo escribiré, es fruto de mi imaginación, pero no puedo descartar que en algún momento haya sido, sea o será un hecho real dadas las noticias que llegan desde algunos lugares del planeta.
En fín, aquí os lo dejo.
Julita
Ana nunca pensó que podría llegar a oír las
palabras que en ese momento salían de la boca de su padre y mucho menos, que
fuese su madre quien no pusiese ninguna objeción, sino todo lo contrario,
corroboraba cada una de ellas, con una inclinación de cabeza.
Notó como algo se rompía en su interior y
como sus sueños se desvanecían para siempre, se derretían como lo hacía la
nieve cuando, jugando, la apretaba en sus manos.
Sabía que no podía hacerlo, que sus padres no
se lo perdonarían, pero no pudo evitarlo, su corazón se impuso a la razón, por
lo que, dando un grito, que a todos los que estaban reunidos les pareció
imposible que pudiese provenir de un ser humano, se encontró en medio de aquél
salón, que ahora se le antojaba desconocido y enfrentándose a ellos les gritó:
—¡No podéis hacerlo!
¡Nunca pensé que fueseis capaces! ¡Vosotros no! ¡Creía y presumía de tener unos
padres diferentes, especiales! —Las lágrimas brotaban de sus ojos y hacían casi
ininteligibles sus palabras, pero ella no podía callar todos los reproches que
se agolpaban en su mente— ¡Quiero estudiar! ¡Llegar a ser una mujer como las
demás! ¡No tenéis derecho a disponer de esa forma de mi vida!

