domingo, 30 de junio de 2019

ANA

Estamos a 30 de junio de 2019, desde hace unos días nos acompaña una ola de calor bastante importante y agotadora, lo que hace que no me apetezca mucho salir de casa, así que he pensado adelantarme y publicar hoy.
Este relato, como todos los que he escrito y supongo escribiré, es fruto de mi imaginación, pero no puedo descartar que en algún momento haya sido, sea o será un hecho real dadas las noticias que llegan desde algunos lugares del planeta.
En fín, aquí os lo dejo.
Julita 
  Ana nunca pensó que podría llegar a oír las palabras que en ese momento salían de la boca de su padre y mucho menos, que fuese su madre quien no pusiese ninguna objeción, sino todo lo contrario, corroboraba cada una de ellas, con una inclinación de cabeza.

  Notó como algo se rompía en su interior y como sus sueños se desvanecían para siempre, se derretían como lo hacía la nieve cuando, jugando, la apretaba en sus manos.
  Sabía que no podía hacerlo, que sus padres no se lo perdonarían, pero no pudo evitarlo, su corazón se impuso a la razón, por lo que, dando un grito, que a todos los que estaban reunidos les pareció imposible que pudiese provenir de un ser humano, se encontró en medio de aquél salón, que ahora se le antojaba desconocido y enfrentándose a ellos les gritó:
—¡No podéis hacerlo! ¡Nunca pensé que fueseis capaces! ¡Vosotros no! ¡Creía y presumía de tener unos padres diferentes, especiales! —Las lágrimas brotaban de sus ojos y hacían casi ininteligibles sus palabras, pero ella no podía callar todos los reproches que se agolpaban en su mente— ¡Quiero estudiar! ¡Llegar a ser una mujer como las demás! ¡No tenéis derecho a disponer de esa forma de mi vida!

sábado, 1 de junio de 2019

Paquito y su abuela

Hoy día 1 de junio de 2019, publico un cuento con el que no intento demostrar ni enseñar nada, únicamente contarlo.
Julita

 Cuando Paquito se iba a su habitación, siempre se quedaba mirando la foto de la abuela de su madre, o sea, la que ahora hubiese sido su bisabuela…, de haber vivido.
  Lo hacía todas las veces que entraba en ella. Esa foto ocupaba el lugar más privilegiado, lo había elegido el propio Paquito, por eso siempre le decía:
—Abuela —pues era así como la llamaba, ya que a la madre de su madre la llamaba yaya y no era lógico repetir el nombre, necesitaba diferenciarlas— vamos a jugar al escondite.
  Paquito se escondía debajo de la cama; dentro del armario; detrás de la mecedora… Y siempre, siempre, su abuela le encontraba.
—Claro —pensaba Paquito— para ella es muy fácil porque puede ver lo que los demás no podemos.
  Por eso lo difícil para él era buscarla, nunca sabía dónde podría haberse metido, miraba por todos los rincones de la habitación, que era el espacio que habían decidido utilizar por acuerdo mutuo, para jugar, no querían que sus padres se enterasen, pues estaba seguro de que le dirían que era imposible lo que hacía. Ellos nunca iban a entender que pudiese jugar con una persona que ya no estaba con ellos. Así que lo mantenía en secreto.