jueves, 3 de enero de 2019

Martín

Acabamos de estrenar un nuevo año y yo, siguiendo con mi norma de que la empatía se extienda al mayor número posible de seres humanos, publico hoy un relato que, cuando lo escribí, dudé en que categoría emplazarlo, al final, he decidido que forme parte de los relatos infantiles, pues considero que los niños tienen la mente más abierta que los adultos, aparte de otras muchas cosas que vamos corrompiendo según pasan los años.
En fin, espero que os guste.
Julita 
  Las olas descargaban con fuerza sobre la arena de la playa. Diríase que estaban tremendamente enfadadas por algún motivo que únicamente ellas sabían. Una y otra vez, sin descanso, iban y venían del mar a la costa, arrastrando los pequeños guijarros incapaces de hacer frente a su envite.
  Sentado en una roca, Martín contemplaba el espectáculo que se desarrollaba delante de sus ojos mientras dejaba que su mente vagara. Desde su privilegiado lugar dominaba toda la extensión de arena y agua y pensaba que su perspectiva, tan relajante, conseguiría que los recuerdos no volviesen a apoderarse de él, como le estaba ocurriendo continuamente. Debía seguir adelante, pero el problema era que no sabía cómo hacerlo.